"El lenguaje se va de vacaciones cuando intentamos describir el espacio-tiempo", decía el filósofo Ludwig Wittgenstein. Esta frase cobra sentido al analizar cómo la ciencia ha intentado definir conceptos como "existencia" y "tiempo" dentro de marcos teóricos que, paradójicamente, requieren nuevas dimensiones para ser explicados.
En el centro del debate está la teoría del universo bloque, que propone:
- Todos los eventos pasados, presentes y futuros coexisten en una estructura cuatridimensional
- El flujo del tiempo sería una ilusión de nuestra percepción
- El cambio y el devenir no existirían como fenómenos fundamentales
Esta visión, conocida como
eternalismo, plantea un desafío conceptual: si todo ya existe en el bloque espacio-temporal,
¿qué significa realmente que algo "ocurre"? La distinción entre existencia y ocurrencia se vuelve borrosa cuando aplicamos estos conceptos al tejido mismo de la
realidad.
Las implicaciones de esta teoría van más allá de la física:
- Reinterpreta nuestra comprensión de la causalidad
- Cuestiona la naturaleza de la memoria y la conciencia
- Desafía las narrativas lineales que usamos para explicar eventos
El cine de ciencia ficción ha explorado estas ideas, desde
The Terminator hasta
Avengers: Endgame, aunque rara vez profundiza en las contradicciones filosóficas que surgen al tratar el
tiempo como un territorio que puede visitarse.
La paradoja fundamental sigue sin resolverse: si el pasado y futuro son igualmente reales, ¿dónde queda el presente?
Los físicos continúan trabajando con las ecuaciones de la relatividad, cuyas predicciones se cumplen con precisión matemática. Sin embargo, la interpretación de lo que esas ecuaciones describen sigue siendo terreno fértil para la especulación filosófica. Lo que está en juego no son solo teorías abstractas, sino nuestra capacidad para comprender qué significa realmente vivir en este universo.
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