Lo que empezó como un comentario casual del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, se convirtió en una tormenta política. "Ni siquiera sabía quién era Bad Bunny", admitió el republicano, cuestionando abiertamente la decisión de la NFL de elegir al puertorriqueño como cabeza de cartel. Para Johnson, artistas como Greenwood representarían mejor los "valores estadounidenses" frente a millones de espectadores, incluyendo "niños jóvenes e impresionables".
Greenwood, por su parte, no desaprovechó la oportunidad. "Coincido con el presidente Johnson. Sería un gran artista para cualquier espectáculo del Super Bowl", declaró al New York Post. El músico, cercano a Donald Trump —incluso actuó en su toma de posesión en 2025—, recordó sus habituales presentaciones en partidos de la NFL, especialmente durante los homenajes a veteranos. "Tal vez la liga podría invitarme a cantar antes del juego… imaginen un estadio entero coreando 'God Bless the USA'", sugirió.
Mientras tanto, Bad Bunny, cuyo nombre real es Benito Antonio Martínez Ocasio, respondió con ironía durante su monólogo en Saturday Night Live: "Si no entendieron lo que acabo de decir… tienen cuatro meses para aprender". El artista, uno de los más escuchados globalmente, había descrito su participación en el Super Bowl como un logro colectivo: "Esto es para mi gente, mi cultura y nuestra historia".
La controversia incluso llegó a la Casa Blanca. Trump calificó de "ridícula" la elección de Bad Bunny y aseguró que "muchos ni siquiera saben quién es". Curiosamente, el Departamento de Seguridad Nacional aclaró que agentes de ICE estarían presentes en el evento, luego de que el reguetonero expresara temores sobre redadas en sus conciertos.
Entre gallos y medianoche, la discusión dejó al descubierto más que preferencias musicales: una brecha generacional, tensiones políticas y el eterno debate sobre qué —o quién— simboliza hoy el "mainstream" estadounidense. El 8 de febrero de 2026 promete, al menos, un espectáculo fuera del campo.
