En medio de este ambiente, la noticia que finalmente rompió la quietud llegó en forma de una publicación de la promotora Ocesa. El comunicado, difundido a través de sus redes sociales, reveló que el icónico cantante británico Morrissey, quien había prometido presentarse en el Palacio de los Deportes el 31 de octubre, se retiraría de la escena el mismo día, citando “agotamiento extremo” del artista. La misma entidad también confirmó la cancelación del próximo evento en el Auditorio Telmex de Guadalajara, programado para el 4 de noviembre.
Este anuncio llega a la cuarta cancelación de Morrissey en México en la última década, un patrón que ha generado una creciente frustración entre sus seguidores. La última decisión, en particular, se percibe como la gota que colmó el vaso, provocando una ola de indignación en las redes sociales y en los canales de comunicación del público.
Los comentarios que han inundado la cuenta oficial del artista en Instagram son contundentes: “Tu actitud hacia los mexicanos es muy triste. Ya no debes anunciar nada, al menos no en México, ni siquiera vender tus cosas aquí”, “Esta es la tercera vez que cancelas con la misma excusa. El talento no excusa la falta de respeto”, y “Si no te gusta tocar en México, entonces olvídatelo”. Estas voces representan la frustración de una generación que ha esperado con ansias la presencia del músico, pero que ahora se enfrenta a la sensación de ser una audiencia descartada.
El motivo reportado por Ocesa, “agotamiento extremo”, ha sido objeto de especulación. Aunque el artista no ha ofrecido una explicación más detallada, la repetición de esta excusa en eventos previos ha llevado a muchos a cuestionar la veracidad de la declaración y a solicitar mayor transparencia sobre las circunstancias que impiden la realización de los conciertos.
Mientras tanto, las redes sociales siguen siendo el principal escenario donde la discusión se intensifica, con usuarios compartiendo memes, mensajes de protesta y peticiones de reembolso. La cancelación no solo afecta a los asistentes que ya habían comprado entradas, sino también a la economía local, con negocios que habían planificado operar en torno a la agenda del evento.
El desenlace de estos acontecimientos pone de relieve la complejidad de la relación entre artistas internacionales y sus audiencias mexicanas, una dinámica que, aunque llena de pasión, también está marcada por expectativas y compromisos que, cuando se incumplen, pueden desencadenar una reacción colectiva intensa.
