Fuga evidencia corrupción y crisis en penales: Reuters

MÉXICO, DF.
Trabajando por un modesto salario entre poderosos criminales, muchos guardias penitenciarios de México se encuentran entre la espada y la pared, indefensos muchas veces contra el poderío de cárteles de la droga como el de Sinaloa, de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
La fuga el sábado de Guzmán de una prisión de máxima seguridad por segunda vez en 15 años, dejó al desnudo las limitaciones de un sistema que es incapaz de detener a su más famoso interno, y que a menudo es controlado por los que están tras las rejas.
El dinero manda adentro de la cárcel, aseguran prisioneros, funcionarios y trabajadores. Y se intercambia por todo, desde acceso teléfonos y visitas de prostitutas hasta por protección contra brutales golpizas.
Los guardias ganan menos de 1,000 dólares al mes y muchos aprovechan el mercado que opera en la prisión para conseguir dinero extra. Pero también viven bajo presión de ayudar a los criminales, que con sus sicarios afuera del penal pueden fácilmente amenazarlos a ellos y a sus familias.