En el Knéset, el parlamento israelí, las palabras resonaron con un peso inusual: "Nos reunimos en un día de profunda alegría, de gran esperanza, de fe renovada". Donald Trump, el presidente estadounidense que había apostado su capital político en este proceso, miraba a una audiencia compuesta por líderes israelíes, diplomáticos internacionales y—lo más conmovedor—familiares de aquellos que habían sufrido directamente el conflicto.
Los detalles del acuerdo aún se mantienen bajo reserva, pero las fuentes cercanas a las negociaciones revelan tres pilares clave:
- Un alto al fuego inmediato y verificable en Gaza
- La liberación escalonada de rehenes israelíes
- Un paquete de desarrollo económico sin precedentes para la región
En Sharm el Sheij, mientras los equipos técnicos ultiman los documentos para la firma, los analistas ya hablan de un cambio tectónico en las relaciones regionales. La participación de Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos—cada uno con sus propias agendas—sugiere que esta paz podría tener cimientos más sólidos que intentos anteriores.
Entre los asistentes a la cumbre, el rostro más observado fue el de Benjamín Netanyahu. El primer ministro israelí, quien acompañó a Trump desde el aeropuerto, sabe que este momento define no solo el futuro de su país, sino probablemente su propio legado político.
Mientras el sol se pone sobre el Mar Rojo, las delegaciones trabajan contra reloj. Los documentos deben estar listos antes del amanecer, cuando las cámaras del mundo capten lo que Trump ya calificó como "el alba de un nuevo Medio Oriente". Lo que sigue dependerá de si esa luz logra iluminar décadas de sombras.
