La incertidumbre, más que la planificación, se convirtió en el protagonista.
Si bien Sheinbaum aseguró un plan de apoyo para los mexicanos retornados, los detalles concretos brillaron por su ausencia. “Recibiremos a nuestros connacionales con un plan de apoyo,” afirmó la mandataria. Sin embargo, esta afirmación, aunque tranquilizadora en principio, se enfrenta a la dura realidad de la logística y los recursos necesarios para afrontar una situación de esta magnitud.
El plan, según la presidenta, incluye atención en aeropuertos como el Felipe Ángeles, con orientación y recursos para la repatriación. También mencionó la colaboración con consulados para asistencia legal. Pero, ¿cuánto presupuesto se destinará? ¿Cuánta capacidad de recepción existe realmente? ¿Hay un plan estratégico para su inserción laboral? Estas son solo algunas de las interrogantes que surgen tras la conferencia.
La promesa de diálogo con Estados Unidos para abordar la situación de migrantes no mexicanos, y la atención a casos de familias divididas, suena positiva. Sin embargo, la experiencia pasada con la administración Trump sugiere que la influencia mexicana podría ser limitada. “Colaboraremos con Estados Unidos y Canadá…”, dijo Sheinbaum, pero sin detallar los mecanismos concretos para asegurar la eficacia de dicha colaboración en un contexto de políticas migratorias potencialmente más restrictivas.
La mención de acuerdos previos para el manejo de deportaciones tampoco ofrece garantías. La falta de información sobre infraestructura y recursos dedicados a esta eventualidad humanitaria genera dudas sobre la viabilidad del plan. La situación se complica al considerar la falta de un análisis detallado de los posibles impactos en la economía, la sociedad y los servicios públicos de México.
En resumen, la conferencia dejó una sensación de optimismo contrastante con la falta de un plan concreto. Se habló de solidaridad y generosidad, pero la ausencia de datos, presupuesto asignado y una evaluación realista de los desafíos, transforma las declaraciones en promesas que requieren una sustentación mucho más sólida para generar confianza. El desafío no es sólo recibir a los migrantes retornados, sino integrarlos eficazmente a la sociedad mexicana.