Nogales
La nutrida venta de libros revela el interés y ansia de conocimiento por parte del público asistente.
La fiesta de los libros llegó a su fin el pasado domingo 20 de octubre. Durante una semana, la palabra escrita ocupó un lugar preponderante en la vida cotidiana de los nogalenses.
La palabra escrita, he dicho, pero también hablada, y cantada. Simultáneas a la omnipresencia de volúmenes editoriales, ubicados bajo una carpa en la plaza del Centro Cultural Nogales, se llevaron a cabo presentaciones de libros y espectáculos musicales. Complemento perfecto, pues la literatura es por excelencia la más incluyente de las manifestaciones culturales. El espacio físico destinado a los ofertantes de libros fue tal vez un poco reducido, mas ello le otorgó al ambiente un carácter de verbena popular que casi perfumaba el aire. El olor de los libros, nuevos o usados, siempre me ha parecido cargado de premoniciones.
Un ejemplar recién descubierto representa una puerta sin abrir. La contraportada significa una ventana. A veces, con eso basta. Preguntar por un libro, indagar por su precio, forma parte de un proceso de aprendizaje. Lo mismo que comprarlo, o no. Muchas veces me ha sucedido, en distintas ferias librescas cuyas instalaciones he tenido la buena fortuna de visitar, salir pleno de melancólica satisfacción, únicamente por haber constatado la enorme cantidad de textos que me resultan interesantes, sin importar mi incapacidad monetaria para adquirirlos.
Me interesan, y eso ya habla bien de mí ¿no es cierto? Platicando con los libreros presentes, quedó claro que en esta ocasión, aquí en Nogales, se vendieron muchos libros, se reveló el ansia de conocimiento y se obsequiaron miles de sonrisas.
Por la tarde llegaban las presentaciones literarias. Escritores de Hermosillo, Magdalena, Guadalajara, Nogales, tuvieron a bien aprovechar la oportunidad de promover su trabajo creativo en el marco de la Feria del Libro. Poesía, novela y cuento: la narración de la realidad general, circundante, parte siempre de visiones poéticas particulares, orientadas a conseguirla trascendencia de la cotidianidad. Fue una experiencia deslumbrante ver el vestíbulo del Instituto pletórico de jóvenes y adultos, hombres y mujeres, interesados en escuchar a los escritores invitados, dialogar con ellos, adquirir sus libros. Estos ejercicios dialécticos renuevan el ámbito editorial nogalense, y vaya que lo necesita.
Más tarde, ya de plano llegada la noche, tuvieron lugar los eventos musicales y teatrales. El escenario albergó el talento venido de diferentes partes del país, el público, entusiasta, tuvo la oportunidad de apreciar diversas manifestaciones artísticas, a cuál más de innovadoras, eclécticas en su origen, tanto como en su desarrollo. Monólogos teatrales convivieron con arias de ópera, con notas trovadorescas seguidas de pasos de baile folclórico. Apoteosis de voces y colores: por una semana, la ciudad de los libros también cantó, mientras bailaba.
Terminó la Feria del Libro Nogales 2013. Gracias a todos los nogalenses por su presencia. Hasta la siguiente página, hasta el siguiente libro, hasta el año que vendrá, seguramente.