¿Show o deporte? Inicia en una semana

El Tour de Francia suele dejar dudas sobre su función

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PARIS, Fra

El Tour de Francia suele dejar dudas sobre su función.

A una semana de su centésima versión el sábado próximo, el Tour de Francia sigue siendo una idea fantástica. Pedir a los ciclistas que pedaleen alrededor del mayor país de Europa occidental y escalen sus montañas más altas durante tres semanas sigue siendo suficientemente interesante.
¿Pero el Tour puede seguir tomándose seriamente como un evento deportivo?
La caída en desgracia de Lance Armstrong el año pasado, junto con otros dopados que arruinaron la credibilidad del ciclismo y su máxima competencia, ha encendido el debate como nunca antes.
Desde su comienzo en 1903, cuando el periodista Geo Lefevre y su editor Henri Desgrange tuvieron la idea de una carrera de resistencia por toda Francia para elevar las ventas de su periódico L’Auto, el Tour ha sido siempre parte golpe publicitario y parte competencia deportiva.
Entonces, como ahora, medró manteniendo en vilo a los espectadores con el sufrimiento de los pedalistas sometidos a semejante esfuerzo.
Y todavía, en el nadir del deporte, el Tour sigue fascinando a fanáticos y patrocinadores con sus caminos, pasos de montaña, la belleza de los paisajes franceses y los ciclistas dispuestos a exigirse al límite.
El momento del año en que se disputa —julio, cuando gran parte de los franceses están de vacaciones o planeándolas— hace más que probable que el Tour siga disputándose de aquí a cien años.
La competencia es siempre pintoresca aunque no siempre creíble; un pretexto divertido para que pueblos somnolientos despierten por unos días y un espectáculo ideal para las vacaciones. Los millones de personas que se alinean en la ruta por lo general no parecen preocuparse acerca de cuántos ciclistas corren estimulados por drogas o transfusiones de sangre. Mientras vean a los competidores pasar como bólidos, tengan un lugar propicio para un picnic.

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