Un partido de la Liga de Naciones entre Serbia y Suiza en Leskovac, el pasado 12 de octubre, se convirtió en un escenario de tensión política. El himno suizo fue abucheado por los aficionados serbios, que también desplegaron una pancarta en contra de Kosovo, exprovincia serbia que declaró su independencia en 2008. Para colmo, el presidente serbio, Aleksandar Vucic, presenciaba el encuentro.
La UEFA, en su afán por mantener la integridad del deporte, no se quedó de brazos cruzados. La Federación de Fútbol de Serbia fue multada con 52.000 euros (56.500 dólares) por la conducta de sus fans. La UEFA también acusó a Serbia de discriminación por parte de sus seguidores y le impuso un periodo probatorio de dos años. Si la situación se repite, la UEFA cerrará una sección del estadio en el que juegue Serbia.
Los duelos entre Serbia y Suiza siempre han estado cargados de tensión política, especialmente desde que Granit Xhaka, capitán de Suiza y de origen kosovar, se convirtió en un símbolo de la independencia de Kosovo. La Federación de Fútbol de Serbia había pedido a sus seguidores que no llevaran pancartas políticas al partido, pero parece que la UEFA no se tragó el cuento y aplicó la mano dura.
El caso de Serbia no es único. Hungría, también sancionada con la prohibición de vender boletos para un partido de la Liga de Naciones en Holanda, por cánticos discriminatorios y la quema de fuegos artificiales, ya había sido amonestada por un comportamiento similar durante el Campeonato Europeo en Alemania. Bosnia-Herzegovina, por su parte, tendrá que cerrar una sección de su estadio para el encuentro contra Holanda, además de una multa de 20.000 euros (27.000 dólares) por discriminación por parte de sus aficionados.
La UEFA está enviando un mensaje claro: el fútbol debe ser un espacio de unión y respeto, no de confrontación política. Los países que no respeten las reglas, pagarán las consecuencias.