La tensión era palpable; un partido que se intuía complicado desde el inicio.
Antoine Griezmann, quien abrió el marcador al minuto 7, vio su gol anulado por el VAR tras una revisión por posible mano. La decisión, aunque discutible, dejó un sabor amargo en el ambiente. El centro preciso de Nahuel Molina, que superó a Llorente, había sido clave en la jugada.
El primer tiempo fue un reflejo de la incertidumbre. Julián Álvarez, normalmente un pilar fundamental del ataque rojiblanco, estuvo inusualmente apagado. Tuvo tres oportunidades claras de gol, pero la falta de precisión fue notoria. "No suele fallar la ocasión que falló al principio," comentaba un analista deportivo. El equipo, en general, lució desorganizado, con Rodrigo De Paul y Pablo Barrios lejos de su mejor nivel. Incluso Oblak tuvo un susto con una salida arriesgada que casi termina en gol para Osasuna.
En el descanso, Simeone realizó un cambio crucial: Lino entró en lugar de Gallagher. La decisión resultó magistral. La segunda parte fue una transformación total. El Atlético salió con una energía renovada, dominando el juego con una presión asfixiante. Minuto a minuto, fueron arrinconando a Osasuna, hasta que llegó el momento clave.
El gol que selló la victoria llegó al minuto 55, una obra de arte producto del trabajo táctico del equipo. Una jugada ensayada a balón parado, gestada gracias a la precisión de Luis García Tevenet, asistente de Simeone. La secuencia fue impecable: Griezmann, De Paul, y finalmente, el remate certero de Julián Álvarez. Un golazo que significó el 1-0 final. Su decimotercer gol de la temporada, una cifra que destaca su importancia para el equipo.
Con este triunfo, el Atlético de Madrid alcanzó una marca histórica: 14 victorias consecutivas, un récord en sus 121 años de historia. Superaron al Barcelona por seis puntos y al Real Madrid por solo uno en la tabla de posiciones. La racha continúa, y la lucha por el título, aún lejos de concluir, promete ser apasionante.