Mike Brown llega a los Knicks con la mira en un título de la NBA

Mike Brown, con esa mezcla de seguridad y humildad que caracteriza a los que han visto de todo en la NBA, no parece intimidado por el peso de la franquicia. "Mis expectativas son más altas que las de nadie", suelta sin pestañear durante su presentación oficial. La declaración no es bravata: viene de alguien que ha levantado trofeos como asistente y ha transformado equipos subestimados.
Detrás de la decisión de despedir a Tom Thibodeau —a pesar de haber llevado a los Knicks a las Finales de Conferencia por primera vez en un cuarto de siglo— hay una apuesta arriesgada. Leon Rose y James Dolan no buscan solo victorias; quieren una dinámica distinta. Brown, con sus dos premios de Entrenador del Año y cuatro anillos como asistente, encaja en ese molde. "No vine a hablar del pasado", recalca cuando le preguntan por Thibodeau o por su salida de Sacramento. "Vine a construir algo que dure".
Los números respaldan el optimismo:
Lo que más llama la atención es cómo Brown habla de la cultura. No es un término vacío en su boca. Lo aprendió de Popovich en San Antonio, lo pulió con Kerr en Golden State, y ahora lo aplica en Nueva York. "El trabajo duro no se negocia", dice. Y aunque evita promesas grandilocuentes, deja claro que no está para proyectos a medias. La ciudad que nunca duerme tendrá ojos puestos en él. Por ahora, Brown solo sonríe. Sabe que el desafío es enorme, pero también que tiene las herramientas.