Naturaleza Monstruosa, le faltó el click con gente

Hermosillo

Marcela Levi, logra destacar al trabajar con Lucía Russo, Clarissa Rêgo, João Lima y Laura Samy.

Un eje central en las reflexiones y producciones artísticas contemporáneas se refiere a repensar y reformular la relación del suceso teatral con el espectador, partiendo de una premisa que subyace en todas las experimentaciones estéticas: percibir el mundo es conocerlo, alterar el cómo lo percibimos es posibilitar otras formas de conocerlo.
En esta búsqueda por otras formas de relación con el espectador, los coreógrafos han dirigido su investigación estética por los más variados caminos: sacando la danza del teatro, rompiendo la cuarta pared o indagando con narrativas no aristotélicas.
Sin embargo, me parece, que junto con las reflexiones sobre el papel del espectador frente a la obra, lo cual ha generado otros discursos sobre la escena, existe un terreno que corresponde al propio oficio del coreógrafo y del bailarín: ¿cómo lograr que aquello que se propone realmente se haga presente en la escena y sea percibido por el espectador?
Esta cuestión puede ser abordada desde muchas perspectivas, una de ellas tiene que ver con la articulación escénica, esto es, qué orden les damos a los acciones que se desarrollan frente al espectador para lograr un propósito específico.
El coreógrafo-director organiza desde afuera los elementos del discurso, buscando dar sentido a la puesta en escena, incluso cuando no se quiere buscar un sentido a priori, aparece siempre la significación.
Otro asunto es abordar el tema desde la perspectiva del intérprete, aquel que hace un trabajo físico e interno para hacer aparecer esas significaciones o para lograr que la escena “funcione”.
Naturaleza monstruosa, obra de Marcela Levi, realizada en colaboración con Lucía Russo, Clarissa Rêgo, João Lima y Laura Samy, abre una interesante discusión en torno a la complejidad que implica lograr una pieza contundente.
La obra cuenta con todos los ingredientes para ser una creación significativa: un claro concepto que da fundamento a las razones de cada decisión sobre la escena, a saber, la ruptura con toda idea de linealidad y por ende, la constante ruptura con toda lógica causal, una interesante exploración de la voz y el movimiento, una propuesta escenográfica abierta a toda posible significación... y sin embargo algo en la pieza no termina por ser contundente.
En un análisis estructural, todos los elementos mantienen una coherencia entre sí, quizá el único que escapa a dicha coherencia sea el uso de textos, demasiado explícitos, que no  forman parte del mismo postulado estético del resto de la obra, caracterizada por la extrañeza y abierta a las más variadas lecturas.
¿Qué hace que teniendo todo, algo entre la escena y el espectador no ocurre en la medida en que sería deseable? Eso que no pasó plantea más preguntas que posibles respuestas.
El trabajo del intérprete es de la mayor dificultad, a través de su cuerpo toman forma ideas y posturas artísticas complejas y diversas que requieren un entrenamiento en múltiples campos y al mismo tiempo hay una intuición que se desarrolla en la medida en que se tiene una mayor comprensión de las reglas que operan en la escena, reglas absolutamente diferentes a las de la vida cotidiana.
Queda la impresión de que en la función no se logró el ritmo adecuado en el transcurrir de las escenas, ¿cuál es el tiempo que debe durar un silencio o una escena para que ésta provoque el efecto deseado en la percepción del espectador?
La naturaleza de la relación entre los intérpretes sobre la escena tampoco fue clara o no con la suficiente claridad.
Toda nueva idea de lo escénico reporta la necesidad de instalar otros mecanismos lingüísticos para la relación de los intérpretes con lo que se va a representar y de lo representado con el espectador.
En todo caso, en la función de Naturaleza Monstruosa, algo no hizo clic.

---