Nueva York
Robin Williams lo definió como el Picasso de la animación y la popularidad de sus creaciones, entre ellas Bugs Bunny, el Correcaminos y el Pato Lucas, justifican que la obra de Chuck Jones entre en el Museo de la Imagen en Movimiento (MoMI) en la exposición más divertida del año en Nueva York.
Cuando Chuck Jones murió en 2002 no dijo, como su personaje más célebre, aquello de “esto es todo amigos”, sino que dejó para la eternidad un legado, un sentido del humor y una manera de trabajar que quedan desglosados en esta exposición que se podrá ver en el museo de Queen entre el 19 de julio y el 19 de enero de 2015.
“What’s Up, Doc?” o, como se decía en la versión en español, “¿Qué hay de nuevo, viejo?” es el título de la muestra, que ofrece algunos de los trabajos más famosos de Jones, radiografía el proceso creativo de todo su equipo y analiza la relevancia intelectual que se escondía detrás de su abordaje lúdico al arte de la animación.
En esta exposición han colaborado entidades tan prestigiosas como la Academia de Hollywood, que le dio un Óscar honorífico en 1996, la Smithsonian Institution, de Washington, y el Centro de Creatividad Chuck Jones, y en la presentación de hoy estuvo, además, la hija y socia del artista, Linda Jones, quien apuntó que esta muestra quiere ser “inspiración para que cada uno explore su propia creatividad, no para que siga los pasos de mi padre”.
Esos pasos tuvieron membranas en 1937, cuando nació el Pato Lucas, o un año más tarde, fueron saltos de conejo, pues alumbró a Bugs Bunny, dentón y socarrón comiendo siempre zanahorias hasta en los momentos más críticos y que llegó a ser utilizado para recabar apoyos durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1949 alumbró por primera vez al Coyote y el Correcaminos, el arte del gag llevado al extremo. Y así, la fábrica de personajes de la Warner Bros. fue sumando nuevos miembros hasta crear toda una familia.
“Como Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd hicieron antes que nosotros, hacemos películas sin querer saber la composición humana de nuestro público. Como nuestros distinguidos predecesores, hacemos películas para nosotros, creyendo que con la misma inocencia infantil con la que nos reímos nosotros quizá otros nos seguirán”, decía Chuck Jones.
Su hija recordó cómo para él “el trabajo de animación era un 90 % empeño y un 10 % amor, pero siempre decía que era el amor lo único que tenía que verse al final”. Y la exposición muestra algunos de sus trabajos más célebres pero también otros quizá menos conocidos o con alto contenido intelectual.
Entre ellos, por ejemplo, la que es considerada su obra magna, cuando en 1957 se tomó un año entero para convertir a Bugs Bunny en “prima donna” de su peculiar adaptación de los anillos de Richard Wagner titulada “What’s Opera, Doc?”, pero también la crisis existencial de la línea que desarrolló con un sentido poético en “The Dot and the Line”, presentada mediante un vídeo por John Lasseter, el gurú de la animación digital de Pixar.
Fue capaz de hacer “metaanimación” en “Duck amuck”, donde Bugs Bunny dibujaba al Pato Lucas y jugaba a ir modificándolo como buen dibujante, y fuera de la factoría de los Looney Toones de la Warner, también hizo equipo con el Dr. Seuss y adaptó sus cuentos “Horton” y “El Grinch” o creó el corto animado con el que empezaba “Mrs. Doubtfire” ya a finales del siglo XX.
“Rehuye lo ordinario, desdeña los lugares comunes. Si tiene una decidida necesidad de algo, que sea lo inusual, lo esotérico, lo extraño, lo inesperado”, era su lema, y la exposición, pese a lo familiar de los personajes, también lleva al visitante por caminos muy sorprendentes, por miles de bocetos, por carteles promocionales y, por supuesto, por muchos vídeos.
Pero Linda Jones no quiso cerrar su discurso sin recordar que su padre era solo la cabeza visible de todo un equipo del que supo sacar lo mejor, y confesando que, en realidad, esta muestra contradice la voluntad de su fallecido padre.
“No quería ser una leyenda o dejar un legado y, por supuesto, no le hemos hecho caso”, concluyó.