No por el calor, sino por la tristeza que recorrió cada rincón de República Dominicana. Raffy Matías, la voz del merengue que llenaba de alegría las fiestas y celebraciones, se apagó a los 55 años, dejando un vacío que solo la música podrá llenar.
Fue en la provincia de La Vega, donde el merengue cobraba vida, que Raffy se despidió. Un adiós inesperado que dejó a sus seguidores con un nudo en la garganta y a sus colegas con el corazón apesadumbrado. Luis Medrano, amigo y promotor del artista, fue el primero en compartir la noticia en redes sociales. "En paz descanse querido amigo, paz a tu alma. Raffy Matías, fuiste una gran estrella que hoy Dios te mudó a su barrio", escribió.
Más que un cantante, Raffy era una figura querida por la comunidad. Su lucha contra la enfermedad, que lo obligó a enfrentar retos con su estómago, garganta y piel, se convirtió en una prueba de fortaleza. La familia de Raffy incluso recurrió a una campaña en redes sociales para recaudar fondos para sus tratamientos. Era un hombre que inspiraba cariño y admiración.
"Quiero saber de ti", "Hoja en blanco", "Yo quiero amarte una vez más", cada canción de Raffy Matías era un himno de alegría y esperanza. Su energía en el escenario y su capacidad para animar a la multitud lo convirtieron en un ícono del merengue. No es de extrañar que tras su muerte, figuras importantes del género como Fernando Villalona y Silvio Mora se unieran al coro de condolencias.
"Lamento profundamente tu partida. Elevamos oraciones para que Dios te reciba en su gloria y brinde consuelo a tus seres queridos en este difícil momento", escribió Villalona en Instagram. Silvio Mora, otro gran del merengue, también se unió a las condolencias: "No lo puedo creer. Gracias, Raffy Matías, por tu amistad y apoyo. Nunca te olvidaré".
La partida de Raffy deja un silencio en el corazón de la música dominicana. Pero su legado perdurará en cada ritmo, en cada celebración, en cada recuerdo. Su voz, que ahora solo se escucha en la memoria, seguirá vibrando en las generaciones futuras, un recordatorio de que algunos dejan una huella que no se borra con el tiempo.