"Él creía que había fracasado, que la gente no lo quería", confiesa su amigo y manager, Warren Littlefield, en una entrevista con el medio "The Hollywood Reporter". Aparentemente, la percepción de Perry se vio afectada por la prensa sensacionalista, que a menudo lo retrataba en situaciones difíciles. "Veías una foto de un actor con sobrepeso, con un aspecto no muy bueno, caminando por la calle o yendo a un restaurante, y eso era lo que él veía de sí mismo", explica Littlefield.
Sin embargo, la publicación de su autobiografía, "Friends, Lovers and the Big Terrible Thing", marcó un punto de inflexión en su vida. Perry se abrió sobre su adicción a las drogas y su lucha contra ella, dejando al descubierto un lado vulnerable que conmovió a sus seguidores. "Después de la gira del libro, seguía sorprendido diciendo: 'No puedo creer que a la gente realmente le guste', y eso nos mostró que él no entendía lo querido que era", comenta el también actor y amigo, Keith Robinson.
A pesar de la esperanza que la publicación del libro le dio, Perry continuó luchando contra la adicción. La ketamina, una sustancia que se le administraba en altas dosis, se convirtió en su nuevo enemigo, llevando a su muerte por ahogamiento en su jacuzzi. Littlefield recuerda con tristeza una frase que Perry solía decir: "Si muero repentinamente, puede que se sorprendan, pero probablemente no se asombren".
Su familia ahora busca honrar su memoria creando la Matthew Perry Foundation, una organización que busca apoyar a personas que luchan contra la adicción, un problema que Perry nunca pudo vencer.