Houston,Tx
México se ha convertido en uno de los principales productores de carne equina en el mundo, pero a un precio alto, señalan asociaciones pro animales
Como todos los días, la flota camionera de carga sale muy temprano del rancho a las afueras de Presidio y comienza a circular por sus caminos rurales, levantando a su paso grandes nubes de polvo que huelen a abono y diésel. El convoy se dirige a la frontera con México y en unos minutos dejará atrás el sur de Texas para adentrarse en el desierto de Chihuahua.
En cosa de minutos, el transporte se estacionará a un lado de la garita de Ojinaga, en donde esperará para recibir la documentación necesaria para hacer el cruce. Pero a diferencia de otros tráileres que a esta hora esperan para pasar de un país a otro con todo tipo de productos, de su interior vienen sonidos. A mayor detalle, relinchidos y golpes. Son pezuñas que cocean contra el metal.
Si uno llega a asomarse por sus respiraderos, podrá ver algunos hocicos acercarse para olisquear al intruso. Se trata de caballos: están en ruta de ir a su muerte. Han sido comprados por rastros mexicanos dedicados a la producción de carne equina para exportación, una polémica industria de la que los mexicanos saben poco y que a decir de críticos entra de lleno en el terreno de lo cruel.
“La forma en la que se transporta y después se sacrifica a estos animales es cruel e inhumana. Estamos convencidos de que no son animales para consumo humano”, sostiene Valerie Pringle, especialista en protección equina de la Sociedad Humana de Estados Unidos, una organización no gubernamental dedicada a velar por el trato ético a animales. “A estos caballos se les hace sufrir de forma terrible en su trayecto a los mataderos en México”.
Sonja Meadows, directora de Animals Angels, otra agrupación pro animal, la secunda: “Hemos seguido esos camiones, cargados con hasta 40 caballos por más de 36 horas y en ningún momento se les ha dado agua o permitido salir para descansar (…) la producción de alimento no es ninguna excusa para el trato inhumano”.
A lo que Pringle y Meadows se refieren es a un fenómeno de reciente cuño que ha llevado a México a convertirse en cosa de media década en uno de los principales productores de carne de caballo en el mundo, sólo por debajo de Argentina y Canadá en América y por encima de potencias tradicionales como Francia y Holanda. Desde que el gobierno estadunidense prohibió en 2007 dar muerte a equinos de forma industrializada por considerarlo una práctica inhumana, la matanza ha migrado al sur. Miles de caballos son importados todos los años a territorio mexicano para sacrificarles.
De acuerdo con datos del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) obtenidos vía la Ley Federal de Transparencia, en cinco años 321 mil caballos cruzaron el Río Bravo y terminaron en uno de cinco rastros —ubicados en Chihuahua, Zacatecas y Aguascalientes— que cuentan con autorización de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca. En promedio, son importados 175 equinos sacrificables al día.
La tendencia
va al alza
Ojinaga y Presidio podrían ser definidas como el epicentro del tráfico binacional de caballos destinados al rastro. Tan solo en la garita que comparten ambas ciudades, 34 mil caballos fueron internados en 2012, con cifras actualizadas hasta noviembre. Otros 32 mil lo hicieron por Piedras Negras y Ciudad Juárez.