Caracas, vez
Ya tiene hasta una capilla de ‘santo’ donde es venerado por locales y turistas.
Convertido en sitio de peregrinación y destino obligado para personalidades afines al Gobierno, el combativo barrio del 23 de Enero de Caracas es, un mes después de la muerte del presidente Hugo Chávez, celoso guardián de su recuerdo.
Una salva rompe a las 16.25 de cada día la rutina de esta barriada para recordar que a esa misma hora del día 5 de marzo falleció Chávez, rememorado con afiches y hasta una pequeña capilla en la que es venerado como un “santo”.
Las sinuosas y estrechas calles sobre las que se asoman viviendas con afiches, banderas y el apellido “Chávez” repetido en letras de todos los tamaños anticipan la llegada a una instalación militar convertida luego en museo y conocida como “Cuartel de la Montaña”, donde desde el 15 de marzo reposan los restos del mandatario.
El traslado del féretro de Chávez, al que los vecinos del 23 de Enero llaman el “comandante eterno”, modificó radicalmente la rutina de esta zona, tristemente famosa también por sus índices de violencia.
Ahora el cuartel del 4F, en alusión al 4 de febrero de 1992, fecha en la que Chávez encabezó un fallido golpe de Estado, es sitio de peregrinación para personas de todas las edades o condición social que quieren ver el sepulcro temporal del hombre que gobernó Venezuela 14 años.
“La partida de nuestro comandante Chávez físicamente ha cambiado todo”, declaró Miguel Pabón, integrante del Grupo Humanista Primer Paso (GHPP) y del consejo comunal Bicentenario.
Indicó que con el fallecimiento de Chávez se radicalizó “la simpatía hacia el proceso revolucionario” entre los moradores de la zona, que ahora actúan como anfitriones de visitantes de todas partes.
“Personas que de repente eran chavistas, pero no participaban mucho, no se sumaban mucho, hoy en día tienen afiche pegados en su casa, la bandera de Venezuela”, relata Pabón.
Teniendo como fondo un mural de Chávez en cuya elaboración participó y mientras exhibía otro aún sin terminar sobre un gigantesco tanque de agua, este joven relata que ahora comparten “con mexicanos, con ecuatorianos, con gente a nivel mundial que ha venido de todas partes del mundo a visitar al comandante Chávez”.
“Ahora tenemos que ser como unos anfitriones y darle la mejor imagen que se puedan llevar de esta parroquia”, agregó y destacó que se han organizado para garantizar la seguridad durante los actos u ofrecer hidratación a quienes hacen fila para entrar al cuartel.
Subrayó, sin embargo, que han tenido una “batalla campal” con las empresas privadas “que mandan a la gente a vender la imagen del comandante”.
“No vamos a permitir que se estén lucrando de la imagen del comandante Chávez”, sentenció Pabón, quien lucía en su cuello una “camándula”, un objeto para rezar el rosario, de color rojo y con una foto diminuta de Chávez.
La prohibición, sin embargo, no alcanza a quienes venden bebidas, helados caseros o algún bocado a los visitantes.
La comunidad ha erigido, además, una pequeña e improvisada capilla en honor a “Santo Hugo Chávez del 23”, objeto de críticas por parte de la Iglesia Católica, y en cuyo interior se ha dispuesto un busto del fallecido jefe de Estado y espacios para dejar velas y flores.
“Lo que no entiende la Iglesia es que ese es el nombre de la capilla, no es que Chávez sea un santo”, aclaró Elizabeth Torres, conocida como la “guardiana de la capilla”.
El lugar es obligado para quienes entran al museo y para “viejitas” que todos los días encienden velas y lloran por la muerte del mandatario.
Pabón, por su parte, defendió que es el pueblo el que sabe y le da “el estatus de santo igualito que el rol de comandante a una persona”.
“Para nosotros como pueblo, el comandante Chávez fue un santo terrenal”, añadió Pabón que mencionó los “favores” que el fallecido jefe de Estado hizo en vida, aunque subrayó que no esperan que se convierta en una imagen de la Iglesia Católica.
La “guardiana”, por su parte, explicó que adecuaron ese espacio para recoger las flores y velas que dejan decenas de visitantes, una de ellas, Elizabeth Bastardo, quien viajó cuatro horas desde la localidad de Valle de la Pascua (centro) hasta Caracas.
“Vine a agradecerle a mi comandante porque me dio una casa”, exclamó entre lágrimas y subrayó que no tiene “palabras” para describir la ausencia del jefe de Estado.
“He llorado y mis hijos ni decir. Lo amamos”, remató, con un gesto de resignación.