Cosmovisión de la muerte en México

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La muerte para el mexicano es un tema de gran importancia dentro de su cotidianidad, ya que pocos países como éste la abrazan y se ríen de ella, la aceptan y conviven con lo que deja atrás y con el recuerdo de los que terrenalmente ya no están. A diferencia por ejemplo de los países Occidentales, la visión en México frente a la muerte es positiva e idealizada y refleja la unión de las tradiciones indígenas junto con sus mentalidades prehispánicas, y las ideas traídas de Occidente.
Esta visión se creó con base en una serie de construcciones sociales y culturales, que hoy en día se han heredado a forma de tradición, fiesta y adoración. Un autor encargado de difundir la concepción de la muerte en México es el mexicano Octavio Paz (1914-1988). Gracias a sus escritos e investigaciones podemos comprender parte de la concepción de la muerte para el mexicano; como por ejemplo, en El laberinto de la soledad señala que en el mundo indígena la vida no tenia función más alta que desembocar en la muerte; su contrario y complemento. El mexicano la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”.
Como la cultura mexica fue el grupo dominante a la llegada de los españoles y es de los más documentados, hay referencias en tanto a sus creencias y costumbres frente a la muerte, que podemos observar se han heredado, como sus ideologías, siendo estas extremadamente influyentes en el resto de las culturas del México prehispánico. La sociedad mexica integró la muerte en su ciclo cosmogónico como una circunstancia más del devenir: al morir se renace; ésta fue la idea básica y de ella se desprendió la concepción de permanencia, porque la muerte no marca un fin, al contrario, fue el eterno embrión, sin miedo a la fe y sin miedo a la muerte.”
 Por otra parte, existe en el México prehispánico, una idea muy importante con respecto a la vida: la dualidad. Ya que igual que se cree en el día y la noche, es igual de importante ver de esta manera a la muerte y la vida. A partir de esta idea, se creó el culto a deidades que representan la vida, y la muerte, que no es más que la continuación de la vida, pero de manera inmortal y en otros mundos. De una eterna permanencia, después de cumplir con la estancia en la Tierra. Es por esto, que realizaban también ritos y sacrificios, para tener o una mejor vida en el más allá, o simplemente para venerar a los dioses, para agradecerles del tiempo vivido en la tierra.
  Esta es una postura que desafía a la muerte, sin embargo, ya que no está bien generalizar, se tendría que mencionar en esta parte, que no todo mexicano no le teme a la muerte. No hay que olvidar que la cristiandad impuesta por los españoles tras la conquista, introdujo poco a poco y con fuerza en la cultura indígena, un concepto de la vida después de la muerte, con un cielo y un infierno. El infierno, proclamado como el peor destino para el creyente más fiel por traer consigo el eterno castigo, fue poco a poco gestando miedo, mientras que el cielo es la recompensa, el lugar divino al que se accede con buenos actos y oración.
Se genera en este momento un primer miedo ante la muerte, dando resultado así, las dos partes: la que la espera y festeja, y la que la teme y la llora. Se vuelve así el día de muertos, o el día de los santos difuntos, una herencia o resultado del mestizaje.
El Día de Muertos es la contraparte, fiesta popular mexicana celebrada cada dos de noviembre. Es una festividad llena de colores, de fiestas, de alegría, de risas, de arte y de aceptación que simboliza toda esta cosmovisión. Esta fiesta pone al mexicano en sintonía con una de las realidades más tangibles de la vida: la muerte. El mexicano se familiariza con ella, recuerda a sus antepasados y a sus seres queridos. Los recibe en este día con la creencia de que los muertos vuelven del más allá por lo que les esperan altares, música, y fiestas.
 La peculiaridad del culto mexicano de la muerte, se hace evidente cuando se comprende que lo que está en juego no es la sublimación de la muerte estoica (aunque ésta también existe en México), sino la nacionalización de la familiaridad juguetona y la cercanía con la muerte”.
México, es un país que definitivamente ha hecho suyo el tema de la muerte, lo ha acercado tanto a su vida cotidiana y a sus costumbres que podría considerarse como característica nacional, pues pocos países como México reflejan una ideología tan positiva y la enfrentan tan fuertemente como ellos. Ya que por ejemplo, contrasta la idea ante la muerte que se tiene hoy en día en España; siendo irónico este punto ya que fue España quien colonizando este país tan rico en cultura, dejó una herencia de la muerte que como todo, se volvió en mestizaje.

Tan cercana la siente que la ha hecho culto, religión y adoración: La Santa Muerte.
La muerte tiene figura y forma en México. Conocida como la flaca, la santísima, la chiquita, la señora o dama blanca, la niña, la dientuda o la calaca, entre muchos otros, compite con los santos más arraigados a la cultura. ¿En qué otro lugar del mundo se le rendiría tributo a una esquelética escultura de 22m junto a la carretera, visible y recordadora para todos? Desde hace ya varias décadas, el culto se extendió a Estados Unidos, debido a la fuerte migración mexicana, y a otras partes de Sudamérica.

El tema ha sido de interés por investigadores desde hace tiempo; y aunque se creía que el nacimiento de esta devoción fue a mediados del siglo XX, la historia del culto se remonta mucho tiempo atrás. De acuerdo con documentos oficiales de la Iglesia católica, existen registros que hablan de unas ceremonias en las que los indígenas de San Luis de Paz, Guanajuato, adoraban a una figura similar mediante ritos dedicados a un esqueleto al que, desde 1797 ya llamaban Santa Muerte.”
Por mucho tiempo la devoción estuvo condenada por la Iglesia, por ello los más fieles debían rendirle oración a escondidas así cómo tener los altares en rincones poco accesibles, pero a pesar de ello el fervor siempre ha sido tal que se ha logrado mantener viva la devoción. De este modo la Santa Muerte se fue haciendo parte de las creencias más íntimas del indígena y el mestizo hasta que puedo salir a la calle tras la Revolución, volviéndose en todo un símbolo nacional.
No se sabe dónde nació la creencia ni cuál es su origen preciso; no representa un milagro ni a una persona, pero lo que está claro es que representa parte de las creencias populares de México y que es un producto de la cultura y la historia del país; de sus mestizajes, de su identidad, de su cosmovisión.

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