Pasa de seminarista... a ‘Rey del Porno’ en México

Ciudad de México
“Lo más importante es la historia”, me dice Fernando cuando le pregunto cómo se convirtió en el productor de la compañía de pornografía mexicana más grande del país. Lejos de tener una relación que sea estrictamente económica, Fernando habla de un proyecto erótico, estético y artístico que parte como tal, para convertirse, actualmente, en el sitio de pornografía Mexicana más grande del país y de Latinoamérica. Aún cuando, recientemente hubo un escándalo que prometía ser el fin de la industria porno en México.
El joven que comenzó sus estudios en 1988 con la intención de hacerse sacerdote, con el paso del tiempo se terminó por convertir, hoy a sus 42 años, en el apodado “Rey del Porno” gracias a una cámara de $100 pesos y su interés en la música, que a fin de cuentas, es la historia del nacimiento de la industria pornográfica en México.
El catolicismo antes de la pornografía
Nací en un pueblo que se llama Ocotlán, en el estado de Jalisco. Como la gran mayoría de las familias mexicanas, la mía también era católica: iba a misa, tuve primera comunión, bautizo y crecí con esa forma de vida.
Estudié la primaria en una escuela privada donde las dueñas le permitían a los Legionarios de Cristo ir una vez al año a seleccionar a los cinco mejores alumnos. Fui uno de los elegidos, por lo que me invitaron a un seminario de un fin de semana para conocer la vida sacerdotal. Me gustó mucho porque podría estudiar la secundaria ahí, luego la preparatoria en España y la carrera de filosofía y teología en Italia. Me llamó la atención viajar por el mundo, así que al regreso hablé con mis papás y cuando les dije que quería ser seminarista, estuvieron de acuerdo. Dos meses después regresaron los legionarios, nos preguntaron quién estaba interesado y levanté la mano.
Me dieron una carta para mis padres y ahí se dieron cuenta que en realidad era un sistema de pagos para todas las colegiaturas de cada una de las escuelas con sumas muy grandes de dinero. Descubrí, por supuesto, que esto no era una cuestión de devoción sino de pagos que, además, mis padres no podían realizar. Recuerdo que me dijeron “no podemos trabajar exclusivamente para poderte mantener en este seminario”.
No me pude ir con ellos. Y de la que me salvé, pues tiempo después se destaparon las fechorías de su fundador, el Padre Marcial Maciel. Seguí con interés de ser sacerdote y me inscribí a la diócesis de Guadalajara que, evidentemente, era mucho menos glamuroso que con los legionarios. Después de tres años me di cuenta de que no era lo mío y que en realidad mi interés estaba en viajar, así que decidí desertar. No volví a mirar atrás y dejé de practicar la fe católica por completo.
Mi primer acercamiento con el porno
De niño, antes del internet, veía las revistas pornográficas de mis tíos y algunas películas en VHS. Al ser menor de edad, era difícil conseguirlas y las únicas que podía rentar eran las llamadas sexicomedias de Alfonzo Zayas, del Caballo Rojas o Rafael Inclán. Recuerdo que lo único que salía era el busto de las mujeres, entre ellas Rosi Mendoza y Lina Santos, pero no salía nada más. Lo bueno fue que los padres de un amigo compraron un videoclub y ahí fue cuando se abrió mi mundo con el acceso a las películas XXX.