La decisión, que se da en medio de un panorama económico adverso, marca un punto crítico para la empresa fundada en 1946. La empresa, con activos valorados entre 500 y 1,000 millones de dólares frente a una deuda que oscila entre 1,000 y 10,000 millones de dólares, se ve presionada por la necesidad de adaptarse a las nuevas dinámicas del mercado. La declaración de bancarrota refleja no solo los desafíos internos de la compañía, sino también el complicado panorama macroeconómico que ha afectado a numerosas empresas en los últimos años.
Como parte del proceso de reorganización bajo el Capítulo 11, Tupperware intentará vender la empresa, con el objetivo de proteger su marca y continuar con su transformación hacia una entidad más digital y tecnológicamente avanzada.
La compañía buscará la aprobación de la Corte para facilitar un proceso de venta que proteja nuestra icónica marca y acelere la transformación hacia una empresa digital y dirigida por la tecnología, señaló la empresa en un comunicado oficial.Durante este período de transición, Tupperware continuará con sus operaciones habituales, manteniendo el compromiso con sus clientes a través de consultores de ventas, socios minoristas y plataformas en línea. Este enfoque busca minimizar las interrupciones en el servicio y la entrega de productos, esencial para conservar la confianza del consumidor durante el proceso de reestructuración.
La decisión de acogerse al Capítulo 11 llega después de que la compañía implementara un plan estratégico destinado a modernizar sus operaciones y fortalecer sus capacidades omnicanal. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, la dirección de Tupperware ha concluido que la bancarrota representa la mejor estrategia para manejar sus obligaciones financieras y reposicionar la empresa para el éxito futuro.