En la cuadra 11600 de South Racine, una mujer de 31 años se convertía en otra víctima de la violencia que acechaba la ciudad. A las 10:09 p.m., mientras esperaba en la acera, una ráfaga de disparos se abatió sobre ella. El silencio se fracturó en un sonido que la paralizó: el silbido de las balas acercándose, el golpe sordo al impactar en sus piernas. Dos impactos en la derecha, uno en la izquierda.
Fue trasladada con urgencia al Hospital Christ, donde los médicos, con la destreza y la esperanza que caracteriza a su profesión, lograron estabilizar su condición. La policía, por su parte, abrió una investigación, pero el misterio se extendía como una sombra sobre la escena del crimen. El miedo y la incertidumbre se instalaban en el ambiente, mientras los detectives del Área Dos buscaban a los responsables, una búsqueda que se transformaba en una carrera contra el tiempo.
En el silencio de la noche, la ciudad parecía respirar hondo, agobiada por un miedo que se expandía como un virus en las calles. La esperanza, una tenue luz que se apagaba con cada disparo, luchaba por mantenerse viva.
La mujer, ahora en recuperación, se encontraba en el epicentro de una batalla invisible, una batalla por su vida, por la seguridad de su ciudad, una batalla que apenas comenzaba.