En este clima de crispación, las autoridades han decidido tomar medidas para garantizar la seguridad durante el proceso electoral.
No se trata de un escenario de ciencia ficción, sino de la realidad que se vive en algunos estados clave como Arizona. En el condado de Maricopa, uno de los más importantes, la seguridad se ha reforzado con medidas poco comunes. Drones, francotiradores en los tejados, detectores de metales y barreras físicas en las entradas de los centros de votación son solo algunas de las medidas implementadas.
La preocupación por la seguridad no se limita a los centros de votación. En otros condados, los funcionarios electorales estarán equipados con chalecos antibalas y portarán un botón de pánico conectado al número de emergencias.
Las autoridades no se han limitado a medidas preventivas. Para estar preparados ante cualquier eventualidad, se han realizado simulacros de tiroteos, en los que se ha entrenado a los funcionarios electorales en cómo atrincherarse y hacer torniquetes.
La seguridad no solo se enfoca en los lugares físicos, sino también en el proceso electoral en sí. El Departamento de Justicia ha enviado observadores electorales a 86 jurisdicciones en 27 estados, un número sin precedentes en la historia.
Las elecciones del 5 de noviembre serán una prueba de fuego para la democracia estadounidense. La seguridad, la polarización y la desconfianza se han convertido en elementos centrales del debate político.