El dato clave: la última lluvia significativa cayó el 5 de mayo, aportando apenas 0.13 pulgadas. Desde entonces, un silencio casi absoluto en cuanto a precipitaciones. Novembre, con sus tímidos 0.14 pulgadas, solo intensificó la situación. “Si no recibimos ninguna lluvia medible hasta el 31 de diciembre, el sensor del centro de Los Ángeles terminará empatado en el primer lugar como el cierre más seco del año,” advierte Todd Hall, meteorólogo senior del Servicio Meteorológico Nacional de Los Ángeles y Oxnard.
Esta prolongada ausencia de lluvias ha tenido consecuencias directas. El riesgo de incendios forestales en el sur de California se ha disparado. Los temibles vientos de Santa Ana han avivado las llamas, dejando un saldo devastador. El incendio Mountain en el condado de Ventura, responsable de la destrucción de cerca de 200 viviendas, y el incendio Franklin en Malibú, que arrasó con 20 estructuras, son solo dos ejemplos de la magnitud del problema.
La situación es crítica. Un mapa del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, fechado el 17 de diciembre, clasifica al sur de California como una zona “anormalmente seca”. Sin embargo, aparece un rayo de esperanza en el pronóstico a largo plazo. Los modelos meteorológicos apuntan a una probabilidad del 20% de lluvia en Los Ángeles para Nochebuena. Además, existe la posibilidad de un sistema de tormentas que podría llegar a California alrededor de Año Nuevo o la primera semana de enero.
Hall recuerda un caso similar: “1989 también iba camino de ser un final de año récord en seco, y luego llovió el 31 de diciembre, lo que lo sacó del primer puesto.” Una posibilidad que mantiene la incertidumbre, pero que también ofrece un margen de esperanza ante un escenario que podría marcar un hito en la historia climática de la región.