Se han difundido mensajes que insinúan una conexión entre la jefa del Departamento de Bomberos de Los Ángeles (LAFD), Kristin Crowley —la primera mujer y persona LGBTQ+ en ocupar el cargo— y la supuesta ineficacia en la respuesta a la emergencia. "DEI significa que la gente MUERE," tuiteó Elon Musk, un mensaje que ha sido replicado y amplificado por cuentas con millones de seguidores, muchas de ellas conocidas por promover discursos de odio.
Las críticas a Crowley, presentadas como preocupaciones sobre la gestión de recursos, se basan en acusaciones infundadas. Si bien es cierto que el LAFD ha enfrentado problemas de suministro de agua, estos se deben a la demanda excepcional generada por la magnitud de los incendios, no a una supuesta falta de prioridad en el mantenimiento de las bocas de incendio, responsabilidad que no recae en el LAFD. De hecho, la propia Crowley ha reconocido públicamente un recorte presupuestario de 17 millones de dólares como un factor limitante en la prevención y respuesta a la emergencia.
Pero, ¿qué hay detrás de estas acusaciones? Analicemos los hechos. El Plan Estratégico 2023-2026 del LAFD, liderado por Crowley, prioriza:
- Prestar servicios excepcionales de seguridad pública y emergencias.
- Proporcionar un entorno de trabajo seguro y saludable.
- Mejorar la colaboración y adoptar avances tecnológicos.
- Compromiso con una organización que adopte la diversidad, la equidad y la inclusión.
La narrativa que minimiza la experiencia de Crowley, presentándola como una "contratación DEI", ignora sus 22 años de servicio en el LAFD, ocupando diversas posiciones de liderazgo. Esta estrategia de desprestigio no es nueva. Se ha visto en otros casos, como tras un incidente con un avión Boeing, donde se intentó vincular la DEI con fallas de seguridad, sin ofrecer evidencia alguna. Lo mismo sucedió tras un tiroteo en Nueva Orleans, donde se culpó al "movimiento DEI" por el ataque, sin presentar pruebas que respalden esta afirmación.
En paralelo a las críticas contra Crowley y la DEI, se han propagado otras falsedades, como la desviación de fondos federales para ayuda en desastres a migrantes ilegales o la conexión entre donaciones a Ucrania y la capacidad de respuesta del LAFD. Estas narrativas, sumadas al negacionismo climático, crean un cóctel de desinformación que se propaga con la misma velocidad que las llamas en Los Ángeles, opacando la verdadera magnitud del problema y las soluciones necesarias.
La complejidad de la situación, con sus múltiples aristas, deja en claro la necesidad de verificar la información antes de compartirla y de discernir entre hechos y opiniones en un ambiente cada vez más polarizado.