La LCBO de Ontario, gigante en la venta de bebidas alcohólicas, anunció el pasado 4 de febrero la eliminación de productos estadounidenses de sus tiendas. Esto representa una cifra impactante: se dejarán de vender anualmente bebidas alcohólicas estadounidenses por valor de mil millones de dólares canadienses (680 millones de dólares estadounidenses).
Pero la medida no se limita a Ontario. Otras provincias como Columbia Británica han adoptado estrategias similares, aunque con un enfoque geográfico más específico. En este caso, se han retirado las bebidas procedentes de los estados “rojos” de Estados Unidos, aquellos gobernados por el Partido Republicano. Quebec, Nueva Escocia y Terranova y Labrador se han unido a la tendencia, generando una ola de cambios en el panorama del mercado de bebidas alcohólicas.
Estas acciones provinciales, independientes de los aranceles federales del 25% impuestos por Canadá a ciertas importaciones estadounidenses, revelan una estrategia comercial compleja y de consecuencias profundas.
El impacto de la escalada comercial se extiende más allá de las fronteras canadienses. El Consejo Nacional Agropecuario (CNA) de México ha expresado su preocupación, estimando que los nuevos aranceles estadounidenses podrían afectar más de 475 mil millones de dólares en exportaciones mexicanas a Estados Unidos, representando el 80% de las exportaciones totales del país.
Se detallan las pérdidas sectoriales, incluyendo más del 50% del consumo estadounidense de aguacates, tomates, chiles y berries que provienen de México. En cuanto a los cárnicos, las exportaciones mexicanas de carne de res y cerdo superan los mil 500 millones de dólares. La industria de bebidas, con la cerveza y el tequila, representa más de 8 mil millones de dólares en exportaciones, con Estados Unidos como principal comprador.
La situación plantea interrogantes sobre la estabilidad del comercio internacional y el impacto en la economía mexicana, más allá del mercado de bebidas alcohólicas.