El epicentro de esta controversia reside en una nueva legislación sudafricana sobre la reforma agraria. Esta ley, firmada en enero por el Presidente Cyril Ramaphosa, establece pautas para la expropiación de tierras, incluyendo la posibilidad de hacerlo sin compensación en ciertos casos. Esta medida, presentada por el gobierno como un paso hacia la reparación histórica de las injusticias del apartheid, ha generado fuertes reacciones internacionales.
El Presidente Donald Trump, en un movimiento audaz, ha respondido con un decreto que congela la asistencia estadounidense a Sudáfrica. Según el decreto, esta medida se debe a la supuesta discriminación contra los agricultores blancos, alegando que la ley equivale a “violaciones de derechos humanos” y demuestra un “menosprecio impactante por sus ciudadanos”. La decisión de Trump también considera la postura de Sudáfrica sobre Israel y la guerra en Gaza como un factor agravante.
El monto en juego es considerable. Según datos de la Asistencia Exterior de EE.UU., Sudáfrica recibió cerca de US$440 millones en asistencia en 2023, incluyendo más de US$270 millones de la USAID. Esta decisión, en el contexto de una administración Trump que ya había congelado gran parte de la asistencia exterior y ha tomado medidas para desmantelar la USAID, representa un golpe significativo para la economía sudafricana.
La respuesta del gobierno sudafricano ha sido contundente. El Ministerio de Relaciones Exteriores calificó el decreto como una “gran preocupación”, argumentando que carece de precisión factual y no reconoce la historia del colonialismo y el apartheid. Señalaron, además, la ironía de que se ofrezca asilo a afrikáners, un grupo económicamente privilegiado, mientras en Estados Unidos se deporta a personas vulnerables de otras partes del mundo.
El decreto de Trump también incluye la promesa de asistencia para el reasentamiento de afrikáners que huyen de Sudáfrica. Esta decisión, junto con la postura de Sudáfrica ante la CIJ acusando a Israel de genocidio, añade capas de complejidad a una situación ya tensa. La situación se complica aún más por las conversaciones entre Ramaphosa y Elon Musk sobre "desinformación y distorsiones sobre Sudáfrica", destacando la importancia de la justicia y la equidad para el país africano. Ramaphosa, en su discurso anual, ha afirmado que Sudáfrica no se dejará intimidar.
El futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Sudáfrica permanece incierto, marcado por una profunda discrepancia en la interpretación de los eventos y de los valores en juego.