México alista batalla ante equipo de Trump

Ciudad de México
Ya que México y Estados Unidos comienzan lo que promete una serie de duras negociaciones sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), se delinearon los frentes de batalla de dos décadas de antigüedad, a las que los dos bandos amenazan con eliminar si no logran los resultados que quieren.
La presión por parte del presidente estadunidense, Donald Trump, ya intimidó a los inversionistas corporativos de EU que operan en México. El mandatario mexicano Enrique Peña Nieto se comprometió a hacer frente a la presión que viene de la Casa Blanca, pero con el TLC como la columna vertebral de la economía orientada a las exportaciones de México, es el que tiene más que perder en las negociaciones.
“Si no hay beneficios claros, no hay razón para quedarse”, dijo el secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, a un entrevistador de la televisión. Un peor acuerdo para México no tiene sentido.
Guajardo y el canciller Luis Videgaray viajarán a Washington para sostener reuniones con distintos funcionarios, entre ellos, Reince Priebus, jefe de gabinete de la Casa Blanca; Peter Navarro, director del consejo nacional de comercio, y Jared Kushner, yerno de Trump y principal asesor.
Los dos presidentes programaron una reunión en la Casa Blanca para el 31 de enero.
El lunes, Peña Nieto dijo que todo —no solamente el comercio— estaba sobre la mesa. “Hay quienes, dado el tono durante las campañas electorales de Estados Unidos, sugieren que México adopte una posición agresiva de confrontación”, dijo, y presentó sus 10 objetivos y policy red lines.
“Otros, al ver las asimetrías entre los dos países, anticipan la sumisión. Ninguna de las dos posturas es la respuesta... la solución es el diálogo y la negociación”, dijo ante los aplausos de la audiencia conformada por funcionarios y líderes empresariales quienes antes escucharon a Juan Pablo Castañón, jefe del Consejo Coordinador Empresarial, instar por una filosofía de “México primero”.
Con el TLC, que está en vigor entre EU, México y Canadá desde 1994 —cuando México comenzaba a surgir como una economía de mercado—, las relaciones de los países se entrelazaron a través de cadenas de suministro transfronterizas (y el aumento del comercio, la inversión y los puestos de trabajo) de tal manera que un ex funcionario dijo que ahora es más difícil de decifrar.
México envía alrededor de 80 por ciento de sus exportaciones al norte de la frontera, pero esos bienes contienen hasta 40 por ciento de contenido estadunidense, con lo cual genera 5 millones de empleos en EU.
Todo eso puede estar en riesgo si, como advirtió Trump, Estados Unidos no logra lo que considera un “acuerdo justo” para los trabajadores estadunidenses y decide retirarse, como ya hizo con el tratado entre 12 naciones del Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), el cual México vio como una manera de equipar al TLC en el siglo 21.
La incertidumbre que rodea los planes del presidente estadunidense complica las cosas para México más allá de su promesa de aplicar impuestos fronterizos si las empresas de EU persisten en cambiar la manufactura a México, dado su bajo costo. Ese palo ya convenció a algunos, como la automotriz Ford, para ceder ante su voluntad. Ford descartó su plan de invertir en una planta de mil 600 millones de dólares en México a principios de este mes después de las amenazas de Trump.
“Un impuesto fronterizo es una declaración de guerra”, dijo Jaime Zabludovsky, un negociador mexicano del Tratado de Libre Comercio a Financial Times, y señaló que podría violar las normas tanto del TLC como de la Organización Mundial de Comercio.
“Con el beneficio de la retrospectiva, las negociaciones del TLC fueron relativamente fáciles porque las tres partes compartían el mismo objetivo final. El problema principal en la actualidad es que todavía no sabemos qué es lo que quiere Estados Unidos”, agregó.
Sin embargo, México apuesta por algo de buena voluntad de Washington: Videgaray y Kushner orquestaron la visita de Trump a México en agosto pasado, un regalo de relaciones públicas para el magnate inmobiliario que fortaleció su imagen como hombre de Estado, aunque hizo pedazos la de Peña Nieto.
El presidente mexicano, cuya rígida formalidad es la antítesis de las fanfarronadas de Trump, nombró sus prioridades: mantener el libre comercio; proteger los flujos de inversión; salvaguardar alrededor de 26 mil millones de dólares al año, procedentes de las remesas de los mexicanos que viven en EU; y combatir las amenazas terroristas y el comercio ilícito de armas, drogas y efectivo.
“Necesitamos un acuerdo con Estados Unidos en el que todos ganen”, dijo Antonio Ortiz Mena, miembro del equipo del TLC y director de Economía en la embajada mexicana en EU durante ocho años.
Pero agregó: “México necesita una amenaza creíble... no veo por qué tiene que aceptar un acceso más restringido a Estados Unidos del que ya tiene”.