Los hogares, que deberían ser refugios de paz y amor, se han convertido en escenarios de violencia, dejando una huella profunda en la vida de millones de personas.
Las cifras no mienten. El número de denuncias por violencia familiar ha aumentado considerablemente en los últimos años. Según la consultora TResearch International, hasta febrero de 2024, se registraron un millón 238 mil 702 casos, un número alarmante que refleja la gravedad de la situación.
El problema se extiende a lo largo y ancho del país. Las entidades con mayor número de denuncias por millón de habitantes son Colima, Coahuila, Ciudad de México, Nuevo León y Chihuahua.
Esta situación no solo afecta a adultos, sino también a los más vulnerables: los niños y adolescentes. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reveló que casi 60 mil niñas y adolescentes fueron víctimas de violencia en 2022, incluyendo feminicidios, lesiones, abuso, acoso y hostigamiento sexual.
Las estadísticas son solo la punta del iceberg. La realidad es que muchas víctimas no denuncian por miedo, vergüenza o por la falta de confianza en las autoridades.
La violencia familiar es un problema multifactorial. Las causas son complejas y van desde la falta de educación y oportunidades hasta la pobreza y la desigualdad. La sociedad necesita un cambio profundo para combatirla.
Las autoridades deben actuar con contundencia para proteger a las víctimas y prevenir futuros casos de violencia. La justicia debe ser imparcial y eficiente. Es necesario que se implementen programas de prevención y atención a las víctimas, incluyendo apoyo psicológico y legal.
En definitiva, la violencia familiar es una problemática que afecta a todos, sin importar edad, género o estatus social. Es un problema que nos concierne a todos, y es responsabilidad de la sociedad combatirla.