Pero antes de adentrarnos en las celebraciones, pensemos en el ambiente. Imaginen el aroma a rompope casero invadiendo las calles, el sonido de los villancicos resonando en las iglesias y las risas de los niños preparando sus cartas para los Reyes Magos. Esta atmósfera es solo el preludio de la riqueza cultural que envuelve estas fechas.
El corazón de las festividades navideñas mexicanas reside en las Posadas, que inician el 16 de diciembre. No son simples reuniones, sino representaciones vivas del viaje de María y José a Belén. Grupos de personas, portando velas y cantando "La canción de la Posada" y otros villancicos tradicionales como "Los Peces en el Río", recorren las calles pidiendo posada de casa en casa, recreando la búsqueda de refugio.
Y qué decir de las piñatas, esos coloridos símbolos de la lucha contra el mal. Su forma de estrella de siete picos representa los siete pecados capitales, y romperlas, con los ojos vendados, significa la victoria sobre la tentación. El dulce contenido que cae simboliza la recompensa de la virtud. Es una tradición que llena de alegría, especialmente a los más pequeños.
La Nochebuena es el clímax. Familias reunidas alrededor de mesas repletas de manjares. El menú es un festín regional: desde el clásico pavo hasta el bacalao a la vizcaína, pasando por los romeritos y los deliciosos tamales. El ponche, bebida caliente a base de frutas, acompaña la cena, creando un ambiente cálido y festivo.
Pero la noche no termina ahí. La Misa de Gallo a medianoche es un momento de recogimiento y espiritualidad, seguido de más festejos, música y regalos. La tradición continúa con la colocación del nacimiento, representación del nacimiento de Jesús, que muchas familias adornan gradualmente, colocando al niño Jesús solo el 24 de diciembre.
La celebración se extiende hasta el Día de Reyes (6 de enero), con la tradicional Rosca de Reyes, pan dulce circular que esconde figuras. Quienes las encuentren, tendrán la responsabilidad de organizar una fiesta el 2 de febrero, el Día de la Candelaria.
Finalmente, el árbol de Navidad, aunque de origen europeo, se ha integrado perfectamente a la celebración, convirtiéndose en un elemento decorativo central, junto con las luces, las esferas y los adornos típicos que lo llenan de color y brillo.
Así, la Navidad en México es mucho más que una fecha en el calendario; es una experiencia sensorial, una celebración llena de tradición, fe, y alegría familiar que persiste a través del tiempo.