El 15 de enero de 2025, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo dio a conocer el programa "Sí al desarme, Sí a la paz", una iniciativa que busca promover la entrega voluntaria de armas de fuego. El lugar elegido para su lanzamiento generó, sin embargo, una considerable controversia: el atrio de la Basílica de Guadalupe.
La decisión no ha estado exenta de críticas. Algunos sectores consideran que la ubicación del programa en un espacio religioso de tanta trascendencia nacional representa una violación tácita del principio de separación Iglesia-Estado, un pilar fundamental de la Constitución Mexicana desde la época de Benito Juárez. “Es una línea muy fina que se está cruzando”, comentó un analista político consultado.
La administración encabezada por Sheinbaum defiende la iniciativa como una colaboración interinstitucional con la Iglesia Católica, buscando un objetivo común: la pacificación de la sociedad. No obstante, la falta de un acuerdo formal escrito, descrito como un “entendimiento de palabra”, ha sembrado dudas sobre la transparencia del proceso y la naturaleza exacta de la relación entre las partes.
Más allá del argumento de la colaboración interreligiosa, la concentración del programa en la Basílica de Guadalupe, el centro religioso católico más importante de México, ha generado suspicacias. Algunos observadores plantean la posibilidad de que esta decisión obedezca a una estrategia política para conseguir mayor aceptación del programa entre un sector clave de la población. Esta estrategia, sin embargo, podría generar un sesgo, dejando de lado la participación de otras comunidades religiosas y personas no religiosas interesadas en el desarme voluntario.
La falta de información precisa sobre los resultados del programa, reducida a una declaración de “muchos resultados en la Ciudad de México” sin cifras concretas, alimenta la desconfianza. Se demanda una mayor transparencia en la presentación de datos, una evaluación independiente y un seguimiento público exhaustivo que permita evaluar su verdadera efectividad en la reducción de la violencia.
La ausencia de una metodología de evaluación clara y la falta de datos cuantificables dificultan una valoración objetiva del impacto del programa "Sí al desarme, Sí a la paz". El debate se centra ahora en la necesidad de mayor transparencia y una evaluación independiente para determinar si se cumple su objetivo principal, más allá de las declaraciones oficiales.