El 27 de enero de 2025, la Presidenta Claudia Sheinbaum enfrentó un reto inesperado durante su habitual conferencia. No se trató de una crisis económica ni de un conflicto geopolítico, sino de la viralización de rumores falsos en redes sociales. Específicamente, un rumor que vinculaba al magnate Carlos Slim con actividades del narcotráfico. Este incidente, lejos de ser trivial, expone una realidad preocupante: el poder cada vez mayor de la desinformación en la configuración de la opinión pública mexicana.
Sheinbaum desmintió categóricamente las acusaciones, señalando la "ausencia total de evidencia o investigación que las sustente". Sin embargo, su respuesta, aunque comprensible, generó debate. Su estrategia, centrada en la negación directa, dejó abierta la posibilidad de interpretaciones. ¿Fue suficiente una simple refutación, o se requería un análisis más profundo sobre el origen y la propagación del rumor?
La estrategia de la Presidenta también incluyó un énfasis en la riqueza cultural y el potencial de México. Esta táctica, aunque bien intencionada, podría verse como un intento de minimizar el problema de la desinformación, en lugar de enfrentarlo directamente. La cuestión, más allá del caso Slim, radica en la necesidad de una estrategia más amplia para combatir la percepción negativa de México, a menudo alimentada por series y plataformas digitales que lo asocian indiscriminadamente con el narcotráfico.
Otro punto que se abordó fue la mención de un libro de Francisco Labastida, donde se describe una supuesta negociación entre México y Estados Unidos en el año 2000. Si bien la Presidenta lo contextualizó dentro de un debate sobre la injerencia extranjera, el uso de esta fuente, con connotaciones políticas, abrió otra línea de especulación.
El escenario descrito nos presenta un nuevo desafío: la necesidad de combatir la desinformación de manera proactiva y estratégica, más allá de las respuestas reactivas. La discusión se extiende a la responsabilidad de las plataformas digitales y la importancia de la alfabetización mediática para una ciudadanía informada y crítica. La pregunta que permanece es ¿cómo garantizar la veracidad de la información en la era digital?