Emigran indios tarahumaras al sur de Sonora

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PUEBLO MAYO, NAVOJOA


Con la esperanza de encontrar alimento para sus hijos, salud para sus ancianos, educación para sus niños y jóvenes, un hogar seguro para sus familias y trabajo para ellos.


Algunos ya fallecieron, otros están a Tijuana, Nogales y Agua Prieta y el resto continúa viviendo aquí”, declaró el pastor Magdaleno Sandoval Pérez, quien hace 22 años guió por la ensangrentada sierra de Chihuahua, a dos pueblos de indios tarahumaras para asentarse en el sur de Sonora.


Salimos huyendo de la violencia, de la ola de crímenes, del hambre, de la falta de médicos y medicinas, porque allá han muerto y siguen muriendo muchos niños en los brazos de sus padres”, afirmó.


A ello sumó la persecución en su contra por profesar la religión cristiana, en un ambiente donde el diálogo es el sonido de la metralla. A ello sumó el abandono del gobierno de Chihuahua, que afirmó los mantiene en una lacerante miseria histórica.


Sentado en el tejaban de su casa, el pastor recordó el éxodo que inició el lunes 13 de enero de 1997 y que dejó convertidos en pueblos fantasmas, a las comunidades de Tarahumara y Chirimoya, municipio de Morelos.


Salimos 13 familias, sumábamos 55 personas entre niños, mujeres y algunos hombres, todos indios tarahumaras que no hablaban español, sólo la lengua materna”, explicó.


A bordo de un camioncito que tuvo muchos desperfectos mecánicos en el trayecto al sortear los difíciles caminos, lograron llegar hasta El Fuerte, Sinaloa.


De ahí se trasladaron a Navojoa donde vivieron en una invasión, luego fueron a Pueblo Mayo, ubicado 20 kilómetros al norte de la cabecera municipal.


El grupo de 55 personas desplazadas, se integraba por 22 niños, cinco de edad preescolar, 11 de primaria entre seis y 11 años y el resto lactantes.


Se asentaron en el caserío abandonado del ejido Lázaro Cárdenas, uno de los seis que integran esta zona urbana. Era el lunes 31 de marzo, un día después de terminada la semana santa de 1997.


Llegamos con la esperanza de encontrar aquí, alimento para nuestros hijos, salud para nuestros ancianos, trabajo para nosotros, educación para nuestros niños y jóvenes y un hogar seguro y tranquilo para nuestras familias”, comentó.


Admitió que no ha sido fácil, que han trabajado mucho, pero consideró que la solidaridad de los maestros y algunos vecinos permitió a su llegada que sus hijos fueran admitidos en la primaria Siervo de la Nación”.


Meses después, llegaron maestros bilingües para atenderlos y se rompió la barrera lingüística, agregó.


También dijo que los inscribieron en la Oficialía del Registro Civil, ya que carecían de actas de nacimiento.


ROSTRO VIOLENTO


El pastor cuenta que muchas familias de los municipios de Morelos y Guadalupe y Calvo de donde es originario, en vecindad con Sinaloa y Durango, han sido desplazadas por la violencia sin freno ni control que ahí se vive a diario.


Sostuvo que va en aumento el número de personas que deciden dejar sus enclaves montañosos para irse a otras partes en busca de mejores condiciones de bienestar.


En nuestra tierra la violencia, la sangre, el narcotráfico y la miseria son el rostro diario del dolor en las hojas de nuestros calendarios”, indicó.


Aseveró que el tableteo de los cuernos de chivo” que anuncian muerte, han provocado un clima de inseguridad en los caminos de la sierra de Chihuahua.


Por eso los padres se niegan a enviar a sus hijos a la escuela. Tienen miedo salir a pedir ayuda por el riesgo de encontrarse con criminales armados capaces de matar a un niño, sin importar que vaya cargando sus cuadernos y libros”, mencionó con gravedad.


Reveló que esos delincuentes incendian casas con familias adentro y mientras unos mueren calcinados, los que intentan escapar de las llamas, son acribillados por las descargas de metralla.


NIÑOS QUE MUEREN EN BRAZOS DE SUS PADRES


Magdaleno Sandoval, médico tradicional, precisó que las infecciones respiratorias y enfermedades diarreicas son los principales flagelos que atacan a la población de indios tarahumaras, sobre todo a los niños.


De donde nosotros vivíamos, se hacen hasta cuatro horas a lomo de bestia para llegar a donde hay médico. Algunos niños mueren en el camino y otros cuando llegan a ser atendidos ya no tienen remedio. Eso es lo más doloroso para los padres”, denunció.


 Al preguntarle si cuando vivía allá, en esa región montañosa, los visitaban funcionarios del gobierno de Chihuahua, y Magdaleno Sandoval, esbozó una sonrisa para luego responder que sólo van a buscarlos cuando necesitan algo de ellos, como lo es la cuota electoral.


A pesar de ver como estábamos, de las condiciones de miseria en que vivíamos, los políticos sólo iban a visitarnos cuando querían que nosotros, los indios tarahumaras votáramos por ellos, después ya ni se acordaban que existíamos”, refirió.


Narró el pastor que en esa región de la sierra de Chihuahua, los niños a veces duraban hasta cuatro días sin comer por la falta de alimento, y lo único que probaban era agua y algunas raíces que sus padres encontraban en el monte.


Sostuvo que el principal alimento de crianza de ellos como tarahumaras era el agua-chile por la mañana, tarde y noche, porque afirmó, no había que comer, y la situación se ponía más difícil cuando llegaban los gavilleros para matan a los papás, dejando en la orfandad a las familias.


Si con papá la vida es difícil, ahora con el padre muerto, no pues el dolor de ellos es mucho más grande”, destacó.


TRABAJAN COMO ESCLAVOS


El guía espiritual detalló la forma en que los indios tarahumaras son obligados a trabajar prácticamente como esclavos, en jornadas de sol a sol, sin seguridad social, ni paga ni equipos de protección.


Citó como ejemplo los aserraderos: cuando estos se encuentran operando a plena producción, los jefes de familia sin otra alternativa laboral van en busca de trabajo, pero a la hora de cobrar su salario, los patrones les dicen que regresen al día siguiente.


Así les repiten lo mismo al otro día y al otro. Se burlan de de ellos. Juegan miserablemente con su pobreza”, destacó.


Declaró que cuando los indios tarahumaras sienten perdida su esperanza, optan por irse a buscar otras fuentes de sustento, mientras en sus casas el hambre sigue lacerando el estómago de sus familias.


SU FORTALEZA EN DIOS


Nuestra fe en Dios nos ha dado la fortaleza para continuar adelante, para olvidar el pasado y construir un mejor presente aquí en Pueblo Mayo”, declaró.


Admitió que ha sido muy doloroso dejar sus montañas, el lugar donde nacieron, las cumbres nevadas en el invierno, las cruces de sus muertos, sus huertos, el susurro de los arroyos, el crujir de las hojas de pino bajo sus pies, los caminos tantas veces andados y los senderos solitarios.


El pastor aseveró que su congregación reza para que gente altruista, grupos sociales o clubes de servicio, distantes o en proximidad con ellos, les ayuden a resolver la difícil situación que enfrentan desde hace 22 años como migrantes tarahumaras asentados en el valle del mayo.


Tengo fe en que nuestras oraciones harán el milagro”, concluyó.

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