Un joven de 18 años, ciudadano estadounidense, se presentó a bordo de una SUV, con la esperanza de cruzar la frontera sin levantar sospechas en el Puerto de San Luis, Arizona. Sin embargo, el destino tenía otros planes.
Los oficiales del Departamento de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), en un acto de rutina, decidieron someter al joven a una revisión exhaustiva. El nerviosismo del adolescente, visible a simple vista, no pasó desapercibido para los agentes. Una serie de preguntas y la mirada inquisitiva de los oficiales lo obligaron a revelar sus verdaderas intenciones.
Con tecnología no intrusiva, los agentes detectaron anomalías en la camioneta. Era la señal que necesitaban. El SUV fue trasladado a un área de inspección secundaria para un análisis más profundo. Acto seguido, un perro entrenado en la detección de narcóticos fue llamado al frente. Su olfato experto no tardó en revelar la verdad: la SUV estaba repleta de drogas.
En el interior del vehículo, ocultos en las puertas, paneles y el piso, se encontraron 140 paquetes de sustancias ilegales. La policía encontró más de 7 libras de polvo de fentanilo blanco, casi 61 libras de píldoras de fentanilo azul, y alrededor de 107.5 libras de metanfetamina. Esta mezcla letal, valuada en más de un millón de dólares, representa un peligro real para las comunidades y un desafío constante para las autoridades.
La detención del adolescente evidencia la creciente preocupación por el tráfico de drogas en la frontera entre Estados Unidos y México.