La historia de Mats, un joven con distrofia muscular que encontró en los videojuegos un escape a su realidad física, es un ejemplo conmovedor. Su familia, con la que compartía momentos de alegría y juegos, se dio cuenta de que la vida de Mats era más rica de lo que parecía. Su vida digital era vibrante, llena de amigos y experiencias que la enfermedad le impedía tener en el mundo real.
Mats, con el nombre de Ibelin en el mundo virtual de World of Warcraft, se convirtió en un amigo incondicional para otros jugadores, brindando apoyo y comprensión, sobre todo a Lisette, una joven que sufrió una depresión cuando sus padres le confiscaron la computadora. Mats escribió a sus padres, explicando la importancia del juego en la vida de Lisette y la conexión que compartían, convenciéndolos de que no la aislaran.
La historia de Mats no es la excepción. Muchos encuentran en el internet un refugio, un lugar donde ser ellos mismos y forjar lazos con personas que los aceptan y comprenden. Es una realidad que, a menudo, se ignora o se minimiza en la narrativa general.
La historia de Mats es un recordatorio de que el internet, con sus luces y sombras, es un espacio donde la vida se escribe de muchas maneras, donde la empatía, la amistad y el apoyo se construyen sin importar las limitaciones del mundo real.