Investigaciones recientes, lideradas por el Dr. David Eagleman, profesor adjunto del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Stanford, profundizan en este fenómeno. Eagleman acuñó el término "relatividad neuronal" para describir cómo nuestro cerebro, de forma similar a la dilatación temporal de Einstein en el espacio-tiempo, experimenta el tiempo de manera diferente dependiendo de la situación.
En un experimento audaz en 2007, Eagleman dejó caer a voluntarios desde una torre de 150 pies (aproximadamente 45 metros), equipados con un dispositivo que registraba información durante la caída libre. El resultado fue sorprendente: la intensa experiencia generó recuerdos vívidos y detallados, haciendo que el momento de caída se percibiera mucho más largo de lo que realmente fue. "En diferentes circunstancias, el tiempo parece correr a diferentes velocidades," afirma Eagleman.
Contrariamente, momentos rutinarios, como un fin de semana monótono, parecen pasar volando. Esto se debe a que nuestro cerebro registra menos información, creando recuerdos menos densos. Por eso recordamos con tanta claridad el verano de nuestra infancia a los 7 años, pero muchos veranos de nuestra vida adulta se difuminan en un borrón.
La clave para "expandir" nuestra percepción del tiempo, según Eagleman, es generar nuevos recuerdos intensos. Esto se consigue buscando experiencias nuevas y desafiantes: "Debes asumir nuevos retos que te frustren, pero que sean alcanzables; y una vez que te sientas cómodo, debes abandonarlos y elegir algo nuevo."
Pero ¿hasta qué punto influye esta "relatividad neuronal" en el envejecimiento biológico? Un estudio publicado en Frontiers in Aging Neuroscience sugiere una conexión. Los cambios relacionados con la edad en los niveles de dopamina y los mecanismos de tiempo neuronal no solo moldean nuestra experiencia temporal, sino que también podrían afectar al deterioro cognitivo. Intervenciones como aprender nuevas habilidades o participar en actividades novedosas mejoran la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para adaptarse, lo que podría retrasar algunos efectos del envejecimiento.
Este concepto se refuerza con el famoso estudio "Contrarreloj" de 1979, de la psicóloga de Harvard Ellen Langer. Al recrear un entorno de 1959 para un grupo de hombres de 70 años, Langer observó mejoras significativas en su salud física, incluyendo la visión, la fuerza y la postura. El Dr. Ryan Sultan, psiquiatra clínico del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, explica que la novedad y familiaridad desencadenaron una mayor liberación de dopamina y actividad neuronal, factores cruciales para una percepción temporal vívida y extensa. "Esto podría haber afectado potencialmente los marcadores de envejecimiento biológico, ya que la percepción del tiempo y los procesos fisiológicos como las hormonas del estrés están interconectados."
Aunque la evidencia definitiva aún es escasa, la investigación en epigenetica, impulsada por el creciente interés de figuras como Bryan Johnson, Jeff Bezos y Peter Thiel, promete avances en la comprensión de esta fascinante interrelación entre percepción, envejecimiento y neuroplasticidad. El futuro podría deparar intervenciones que modulen la experiencia del tiempo para influir en el proceso de envejecimiento, pero por ahora, la búsqueda de la novedad y el estímulo continuo para nuestro cerebro siguen siendo las claves para una experiencia temporal más rica y plena.