Cientos de fanáticos se congregaron en el Centro Cultural, un auditorio con capacidad para 500 personas, para presenciar el tercer juego de la Serie Mundial. La emoción era palpable, la atmósfera vibrante.
El ambiente era una mezcla de expectación y orgullo. Se respiraba un aire de celebración por el regreso de su ídolo local, Shohei Ohtani, la superestrella de los Dodgers que, a pesar de una reciente lesión en el hombro izquierdo, se preparaba para jugar.
Los fanáticos, muchos de ellos vestidos con gorras y camisetas azules de los Dodgers, coreaban con entusiasmo "Vamos, vamos, Shohei". Entre ellos se encontraban algunos niños del jardín de infantes al que Ohtani asistió, portando pequeñas banderas con la imagen sonriente del ídolo.
El centro cultural se decoró con carteles que proclamaban a Ohtani como "El orgullo de la ciudad de Oshu". La ciudad natal del pelotero, ubicada a unos 500 kilómetros al norte de Tokio, vibró con la esperanza de ver a su héroe brillar en el diamante.
La lesión de Ohtani había generado un momento de incertidumbre en Japón, pero su aparición como bateador designado en el Juego 3 trajo consigo una ola de alivio y alegría. La magia regresó a Oshu, y los ojos de la ciudad estaban puestos en su superestrella.