Freeman llegó a los Dodgers con la difícil tarea de llenar el vacío que dejó Corey Seager, quien fue pieza clave en la victoria del equipo en 2020. Su impacto en el equipo, sin embargo, fue inmediato. En la temporada regular, Freeman se consolidó como uno de los bateadores más temidos de la liga, pero fue en la Serie Mundial donde demostró por qué es uno de los mejores jugadores del mundo.
Freeman rompió récords al conectar jonrones en los primeros cuatro juegos de la Serie Mundial, empatando una marca histórica con 12 carreras impulsadas. Su desempeño fue tan dominante que no dejó dudas sobre quién debía ser el Jugador Más Valioso.
Sin embargo, la historia de Freeman en esta Serie Mundial no se limita a las estadísticas. Su familia pasó por un momento difícil durante la temporada, cuando su hijo menor, Maximus, fue hospitalizado por una rara condición neurológica llamada Guillain-Barré. El bateador se alejó del equipo por un tiempo para estar con su hijo y su regreso fue recibido con emoción por los fanáticos, quienes le brindaron su apoyo.
La victoria de los Dodgers en la Serie Mundial es un triunfo para todo el equipo, pero para Freeman es una victoria aún más especial.