El partido del domingo entre los Bills y los Ravens es mucho más que un simple juego de playoffs divisionales. Es una oportunidad para que Sean McDermott y Josh Allen, entrenador y quarterback de Buffalo, respectivamente, demuestren que este año es diferente. En la semana 4, los Ravens, liderados por Lamar Jackson y Derrick Henry, aplastaron a los Bills con un marcador de 35-10 en Baltimore, una derrota que aún resuena en la memoria de los aficionados.
Los Bills, cinco veces campeones defensores del Este de la AFC, han tenido una temporada regular exitosa, pero sus últimos tres años han estado marcados por eliminaciones en la ronda divisional: dos veces ante Kansas City y una ante Cincinnati. Este historial ha generado críticas hacia McDermott, con algunos cuestionando si está desperdiciando el talento de Allen, de 28 años. “Sí, esto es lo que todos han estado esperando”, dijo McDermott después de la victoria de comodines, anticipando el encuentro con Baltimore. La presión es alta, y el resultado tiene implicaciones significativas para ambos equipos.
La victoria por 31-7 sobre Denver en la ronda de comodines ofrece un rayo de esperanza, pero también expone los desafíos que enfrentan. En ese encuentro, los Bills tuvieron su peor actuación de la temporada en varias métricas estadísticas clave: diferencia de puntos, capturas permitidas (tres), yardas ganadas (236), primeros downs (12) y yardas terrestres permitidas (271). Superar esta barrera será crucial contra los Ravens.
Sin embargo, hay factores a favor de Buffalo. El juego se disputará en su casa, donde tienen un récord impecable de 9-0 esta temporada. Además, la defensa está más saludable que en la semana 4, recuperando a jugadores clave como los linebackers Terrel Bernard y Matt Milano, y el nickelback Taron Johnson. También superaron la ausencia del safety Taylor Rapp, quien sólo disputó 16 jugadas antes de salir por una conmoción cerebral.
La ofensiva también se ha transformado, mostrando mayor equilibrio y reduciendo la dependencia exclusiva de Allen. De los 33 touchdowns terrestres de Buffalo esta temporada (incluyendo playoffs), 20 se lograron en los últimos nueve partidos. La llegada de Amari Cooper, adquirido en un intercambio nueve días después de la derrota contra Baltimore, añade otra dimensión a su ataque. Aunque su impacto no ha sido explosivo en cuanto a estadísticas individuales, su presencia ofrece una nueva amenaza para la defensa rival.
La victoria contra Denver mostró la eficiencia mejorada de la ofensiva de Buffalo, acumulando 471 yardas totales (272 por pase y 210 por tierra). Allen conectó pases con ocho jugadores diferentes, y los Bills dominaron la posesión del balón, desgastando a los Broncos. “Tenemos muchos competidores en este equipo... cuando llegan los colosos a la ciudad, la intensidad aumenta y me encanta”, comentó el tackle izquierdo Dion Dawkins.
El domingo definirá si este cambio de narrativa es real o simplemente una ilusión pasajera.