Me gusta vivir el presente: Binoche

La actriz francesa cuenta cómo la cuarentena le ayudó para tomarse un descanso, acercarse a su familia, cocinar y leer

Me gusta vivir el presente: Binoche
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Reconocida con el Golden Icon Award del Festival de Zúrich, la actriz  Juliette Binoche reconoce que, para ella, la pandemia ha sido duro, pero también se siente privilegiada.

 Es todo muy duro, no sólo para el negocio del cine, en todo el ambiente artístico en general. Pero para el teatro y el cine está siendo muy difícil. No tanto conmigo porque yo siempre he trabajado y también quería tomarme un descanso. En realidad, (la cuarentena) resultó un momento perfecto, porque pude tomarme tiempo para leer, cocinar para mis hijos, cuidar de mi madre. Y son cosas que no siempre tengo tiempo de hacer cuando trabajo como actriz. Así que yo lo vivo como un lujo”.

¿Y para el resto de los franceses?
En ese sentido es un momento que yo también aproveché para reflexionar. Usé todo este tiempo para desarraigarme de todo lo que no necesito en casa. Fue como un momento de renovación. Sé muy bien que no es igual para todos. Me siento privilegiada porque conozco muchos actores y gente de mi mundo que la está pasando mal. En Francia se necesita un número determinado de horas de trabajo para contar con los beneficios de desempleo y hay quienes no tenían esas horas. Y para ellos se sintió como una montaña rusa. Fue muy duro para mucha gente de la que el gobierno tampoco se hizo responsable. Pero para mí ha sido un buen momento para enfrentar diferentes etapas de mi vida.

En un momento en que la vida tiene tanta importancia, ¿tiene más sentido recibir un premio como el Golden Icon del Festival de Zúrich, que reconoce su vida en el cine?
Raramente me pongo a pensar o ver lo que he hecho. Soy una persona a quien  le gusta vivir el presente. Ya estoy preparando mi próxima película, pero mi corazón se llena del amor que recibo, porque el premio es un gesto de amor.

¿Con la suma de tantos premios se siente la presión de mantener el mejor nivel con cada trabajo?
Desde muy joven siempre tuve la idea de buscar la perfección, pero para decir la verdad hoy pasa más por buscar algo interesante, mucho más que la perfección. Me acuerdo perfectamente de la época en que quería ser perfecta y al final me sentía decepcionada al ver el resultado de alguna proyección. Y así fue como también me di cuenta que la única forma de ser perfecta es ir con la verdad, hacer lo mejor que se puede, sin sentirme mal si no puedo hacerlo todo. No sólo en el cine. Hubo una vez, por ejemplo, en que mi hijo no quería ir a la escuela. Él ya tenía 16 o 17 años. Yo estaba desesperada, enojadísima. Y cuando fui a ver a la directora me dieron ganas de llorar porque yo tampoco sabía cómo enfrentar semejante problema. Y ella me dijo Usted sólo es la madre, no se preocupe”. Ahí también me di cuenta que existe cierta responsabilidad de ser perfectos, pero como madre aprendí que no puedo ser responsable por todo lo que hagan o no mis hijos.

¿La mujer en ese sentido tiene mucha más presión que el hombre en ser perfecta, como muestra su nueva película?
Creo que en ciertas familias se espera mucho más de las mujeres, en comparación con el hombre. En especial en las familias patriarcales, donde esperan o esperaban que las mujeres se casen a cierta edad, con un buen esposo que la proteja o cuente con una buena posición económica. Y lamentablemente es algo que todavía existe, aunque también creo que la nueva generación lo toma como del pasado.

¿Qué opina sobre la revolución femenina en el mundo del cine, en busca de la igualdad de derechos, en comparación con la historia de la película La bonne épouse que muestra una época donde para ser una buena esposa había que aprender a limpiar bien la casa?
Bueno, yo acepté filmar esta película porque me pareció importante entender de dónde venimos, porque solemos olvidar o mucha gente ni siquiera sabe que estas escuelas existían. Y lo comprendemos sabiendo que, con la Segunda Guerra Mundial, los hombres se habían ido y las mujeres tomaron de alguna forma el poder, así que cuando los hombres volvieron hubo un cambio en la forma de enfrentar la lucha por ese poder. Y aunque este tipo de educación es anterior a esa época la promocionaban como una nueva forma de vida moderna, como un paquete de la perfección y una forma maravillosa de vivir donde la mujer estaba subordinada al esposo, aunque esa relación en realidad era lo más parecido a una prisión.

Más allá de ser una comedia, ¿qué tan difícil fue conservar el lado emocional de la historia de La bonne épouse como la muerte de un esposo?
Mientras estaba filmando, yo también perdí a mi padre y eso fue muy duro. Ciertas capas de la filmación se mezclaron bastante con mi vida. Es algo muy difícil en las comedias cuando se tocan temas profundos. Ese lado, además de tocar el piano, fue el mayor desafío. Pero por ahí pasa el arte de la actuación.

¿A qué edad empezó a imaginar su propio futuro como actriz?
A los 14 años, cuando vi una obra de teatro en Francia, al final de la obra me puse muy feliz al ver a todos los actores de diferentes países, con diferentes acentos, juntos arriba de un mismo escenario. Yo estaba tan feliz que llegué a preguntarme si todos los actores hacen feliz a la gente. Y quise hacer lo mismo. A los 18 empecé a tomar clases y a trabajar sin la ayuda de mis padres, sólo con las clases de actuación que había pagado mi madre. Hasta que me enamoré de un hombre que fue lo suficientemente bueno como para ocuparse de mi comida, mi ropa y el lugar donde vivíamos.

¿También vivió la época en que tuvo que depender de un hombre?
Estaba enamorada y yo tampoco sentía ninguna dependencia, para mí era amor. Pero cuando empecé a ganar suficiente como actriz, también lo compartí con él, sin cuestionarlo.


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