Mientras que otros se deslizan en limusinas y desfilan con un séquito de asistentes, Gaga optó por una entrada más... terrenal. Su camino hacia la alfombra roja no fue un paseo triunfal por la comodidad de un vehículo de lujo, sino una caminata llena de fans y aplausos, con un toque de caos que algunos podrían considerar un acto de rebeldía o, peor aún, de arrogancia.
¿De verdad era necesario caminar unos cuantos metros, con la seguridad apartando a la multitud y un tocado de dos cuernos que, según dicen, no cabía en el automóvil? Algunos dirán que fue un gesto de humildad, de conectar con la gente, de mostrar que también es humana. Otros, sin embargo, podrían considerar que fue un acto de marketing, una estrategia para generar controversia y acaparar la atención de los medios.
La pregunta que se instala en el ambiente es: ¿cuál era la intención real de Lady Gaga? ¿Buscaba conectar con sus fans o alimentar el fuego de la polémica? Después de todo, esta no es la primera vez que la cantante utiliza la controversia como un arma para generar impacto.
Lo cierto es que su llegada, de cualquier forma que se mire, fue un espectáculo que, más allá de la película en sí, logró robar el foco de atención. Y eso, en el mundo de la farándula, es lo que realmente importa.