Sonidos de cámaras, luces brillantes, gente corriendo de un lado a otro… Para José Eduardo Derbez, esta era su realidad cotidiana. Hijo de la reconocida actriz Victoria Ruffo, José Eduardo se la pasaba entre las grabaciones de las novelas de su mamá, pero no solo como un espectador. Era un auténtico travieso, un pequeño bromista que encontraba la forma de divertirse en medio del ajetreo de las grabaciones.
Mientras su mamá se convertía en la reina del melodrama, José Eduardo, un niño de corta edad, encontraba su propio escenario. Era un duendecillo en miniatura, con una imaginación desbordante y una sed inagotable de diversión. Sus ocurrencias llenaban de risas el set, convirtiendo los momentos de tensión en un espectáculo improvisado. Pero, como suele suceder con los niños, su inocencia podía cruzar la línea de lo permisible.
En 'Miembros al Aire', el comediante reveló un episodio memorable de su infancia. Mientras relataba algunas de sus travesuras, mencionó que Fernando Colunga y César Évora, dos de los actores más populares del momento, tuvieron que ponerle un alto a sus bromas. La situación se volvió tan descontrolada que la paciencia de los actores llegó a su límite. José Eduardo, en su inocencia, no comprendía la gravedad de sus acciones. La solución, a la que recurrieron Colunga y Évora, fue bastante particular: lo amarraron.