Para ellos, asistir a un concierto de Kelly es comparable a encontrar a Bruce Springsteen tocando en un bar de Melbourne.
Con 69 años, Kelly ha alcanzado un estatus icónico en Australia, donde sus presentaciones en lugares emblemáticos como la Ópera de Sídney se agotan rápidamente. A pesar de su popularidad en su país natal, su reconocimiento internacional es más limitado. “Es como nuestro Bruce Springsteen”, comentó Vicki Zubovic, una expatriada que asistió a su show en Nueva York. “Él cuenta nuestras historias sobre el amor, la pérdida y la vida en general.”
Durante su actuación, Kelly no solo deleitó a la audiencia con sus éxitos, sino que también rindió homenaje a sus influencias estadounidenses. Abrió el espectáculo con “Careless”, una de sus canciones más reconocidas, y continuó con “Everything’s Turning to White”, inspirada en un relato de Raymond Carver. Su habilidad para contar historias se refleja en temas que evocan recuerdos y emociones profundas.
La trayectoria de Kelly en la industria musical ha estado marcada por altibajos. A pesar de haber firmado con A&M Records en los años 90, su éxito en Estados Unidos no se materializó como se esperaba. “Parte de esto podría ser la industria discográfica”, reflexionó Lucinda Williams, quien quedó impresionada por su talento en un concierto en Los Ángeles. “Simplemente culpémosla a ella.” Su estilo ecléctico, que abarca desde bluegrass hasta colaboraciones de blues, ha dificultado su comercialización en un mercado que a menudo busca etiquetas claras.
En su reciente álbum, Kelly muestra su maestría en la narración. Canciones como “Going to the River with Dad” evocan imágenes nostálgicas de su infancia, mientras que “All Those Smiling Faces” invita a la audiencia a celebrar la vida. “Escribo principalmente canciones de amor, como la mayoría de los compositores”, explicó. “Pero me di cuenta de que mis canciones no solo tratan de dos personas; hay muchas más historias entrelazadas.”
Su obra es tan vasta que en los años 2000, decidió interpretar 100 de sus canciones en orden alfabético durante cuatro noches, lo que resultó en un box set y un libro. “How to Make Gravy” es una de sus composiciones más emblemáticas, una canción que, a pesar de su temática sombría, ha resonado profundamente con su audiencia, convirtiéndose en un símbolo de las celebraciones navideñas en Australia.
La conexión emocional que Kelly ha establecido con su público es innegable. “Sus canciones son parte de nosotros”, afirmó Glenn A. Baker, un historiador musical. “No podemos entender por qué no son parte de ustedes. Para muchos australianos, no nos importa; eso significa que es solo nuestro y no tenemos que compartirlo con el mundo.”