Pero “Babygirl”, la nueva película protagonizada por Nicole Kidman (57 años) y Harris Dickinson (28 años), eleva la apuesta a un nivel completamente nuevo. Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto, esta cinta, escrita y dirigida por Halina Reijn, promete ser una de las más comentadas del año.
La historia gira en torno a Romy, una poderosa ejecutiva de una empresa de robótica en Manhattan, interpretada por una Kidman magnética. Su vida aparentemente perfecta, con un esposo, Jacob (Antonio Banderas), director de teatro, esconde una insatisfacción secreta. Mientras Jacob cree mantener una vida plena con Romy, ella, en secreto, busca la satisfacción a través de la pornografía.
Entra Samuel, un atractivo y ambicioso interno interpretado por Dickinson, quien, con una audacia sorprendente, solicita a Romy ser su mentor. Estos encuentros semanales de diez minutos, inicialmente profesionales, se convierten rápidamente en algo mucho más explosivo.
“No deberías tomar café después del almuerzo,” le dice Samuel a Romy, con una mezcla de autoridad y seducción que descoloca a la ejecutiva. La conversación, obviamente, no se centra en las bebidas por mucho tiempo. Su relación, lejos de ser un romance tradicional, se basa en la dinámica de poder.
Un detalle revelador: Samuel envía anónimamente un vaso de leche a Romy en un bar, y luego le susurra: “Buena niña.” Esta escena encapsula la complejidad de su vínculo: Romy, una mujer poderosa en su ámbito profesional, encuentra placer en la sumisión en su vida privada.
La química entre Kidman y Dickinson es electrizante. Él, lejos de la imagen del príncipe de "Maléfica: Maestra del Mal", muestra una faceta oscura y cautivadora. Ella, por su parte, se transforma desde una figura rígida a una mujer más salvaje y desinhibida.
Reijn deja al espectador en una incómoda incertidumbre: ¿Debemos celebrar la liberación de Romy o condenar su comportamiento? La película plantea interrogantes sobre el poder, sus diferentes manifestaciones y las zonas grises de una relación que, a primera vista, parece claramente reprobable según los estándares actuales.
“Babygirl” no ofrece respuestas fáciles, invitando a una reflexión profunda sobre los matices de una dinámica de poder que se extiende más allá del ámbito estrictamente laboral.