Y hoy, les traemos una de esas historias, una que involucra a dos gigantes del western: Steve McQueen y Yul Brynner.
El año era 1960. Siete magníficos, el icónico remake de Los siete samuráis, estaba en pleno rodaje. Brynner, el inolvidable protagonista de El rey y yo, tuvo un papel crucial en la selección del elenco, impulsando la participación de McQueen. Una decisión, como se descubriría más tarde, que lamentaría profundamente.
Los periódicos comenzaron a publicar rumores sobre una fuerte disputa entre ambas estrellas. Brynner, en un intento de desmentir la información, declaró a la prensa: “Nunca me peleo con actores. Me peleo con estudios.” Una frase que contrasta drásticamente con la realidad que aconteció en el set.
La molestia de McQueen, conocido por su papel en La gran evasión, se centraba en sus limitadas líneas de diálogo. Tan solo siete en el guion original. Para contrarrestar esto, McQueen recurrió a tácticas para acaparar la atención, restándole protagonismo a Brynner. Según declaraciones de Eli Wallach, compañero de reparto, McQueen realizaba acciones llamativas como "sacudía sus cartuchos de escopeta y se quitaba el sombrero para checar el sol" en las escenas que compartían.
Las anécdotas son reveladoras. En la escena previa a la conducción de la carroza fúnebre al cementerio, McQueen se inclina desde su silla para tomar agua con su sombrero mientras cruzan un arroyo. La gota que derramó el vaso, según Brynner, fue la insistencia de McQueen en estas acciones. “Si no dejas de hacer eso, me quitaré el sombrero, y entonces nadie te mirará por el resto de la película”, le habría dicho Brynner, quien incluso llegó a contratar a un asistente para contar cuántas veces McQueen se tocaba el sombrero mientras él hablaba.
La rivalidad llegó a niveles casi infantiles. Ambos competían por parecer más altos, con Brynner construyendo pequeños montículos de tierra para sus tomas, los cuales McQueen derribaba cada vez que pasaba. Una rivalidad que, solo se apago con la muerte de McQueen.