Jacques Audiard, el director francés de Emilia Pérez, se encontraba allí, rodeado de la vorágine propia de una gira promocional internacional. A un día de la anunciada (y varias veces pospuesta por los devastadores incendios en Los Ángeles, que dejaron 27 víctimas mortales) revelación de los nominados al Oscar, Audiard, con sus 72 años, lucía una gorra, gafas de sol y una camisa que combinaba a la perfección con sus llamativos zapatos de leopardo. Un detalle que, sin duda, refleja su personalidad única.
La conversación con la AFP giró en torno a su controvertida película, Emilia Pérez, un musical surrealista que narra la historia de Manitas, un poderoso narcotraficante mexicano que, tras orquestar su propia desaparición, se transforma en Emilia, interpretada por la actriz española transgénero Karla Sofía Gascón. Una producción que, a pesar de ganar el Premio del Jurado en Cannes y cuatro Globos de Oro, ha generado una ola de críticas en México.
Audiard no elude las críticas. "Es una película rodada en París y hablada en español. Es una película bastarda. ¡Yo soy un bastardo!", afirma con una mezcla de ironía y resignación. Admite la falta de actrices mexicanas en el reparto principal, explicando que su investigación, de más de cuatro años, incluyó "una investigación sociológica y criminal, con decenas de entrevistas", pero que en algún momento "hay que suspender la documentación, porque sino terminas haciendo un documental".
El cineasta defiende su obra argumentando que "excede lo verosímil", que su inspiración inicial fue una ópera y que busca contar historias universales. Menciona la inclusión de Adriana Paz como la única actriz mexicana en el reparto y explica su decisión de trabajar con actrices como Selena Gómez y Zoé Saldaña, destacando el elemento comercial pero sin dejar de lado "la aceleración de la diversidad".
Más allá de la controversia, Audiard revela sus influencias: la admiración por Martin Scorsese, a quien considera un maestro en la creación de cine "local y universal", y la huella imborrable del fallecido David Lynch, a quien califica como "uno de los mayores artistas visuales que volvió accesible el arte contemporáneo", incluso atribuyéndole la inspiración para "la primera toma de los mariachis".
Entre bocanadas de cigarrillo y entre risas, Audiard termina la entrevista con una modesta afirmación: "¿Que si soy un rockstar? No, no creo, no soy más que un pequeño francés". Una declaración que, en contraste con la audacia de su película, deja una sensación de profunda humildad.