Julia Roberts: El Desgarrador Papel de Anna en Closer

Se trata de momentos que definen carreras, que marcan un antes y un después.
Julia Roberts, un nombre sinónimo de éxito en Hollywood, con una trayectoria que abarca desde la icónica Mujer Bonita hasta trabajos más recientes con Luca Guadagnino, ha explorado diversos géneros. Su versatilidad es incuestionable, cosechando premios como el Oscar a Mejor Actriz por Erin Brockovich. Sin embargo, un papel en particular destaca por su complejidad y el desafío emocional que representó: Anna en Closer: llevados por el deseo.
Esta película, dirigida por el maestro Mike Nichols, es una adaptación de la obra de Patrick Marber, una mirada descarnada y sin concesiones al amor contemporáneo. Junto a un elenco estelar que incluye a Natalie Portman, Jude Law y Clive Owen, Roberts se sumerge en una trama donde cuatro individuos se entrelazan en una red de relaciones marcadas por la infidelidad, la manipulación y la búsqueda desesperada, aunque fallida, de conexión emocional.
El guion, con diálogos fríos y calculadamente hirientes, expone la fragilidad de las relaciones modernas. Cada personaje, perdido en un ciclo de búsqueda de consuelo efímero y autodestrucción, refleja la incapacidad de comprometerse con la vulnerabilidad que el amor genuino exige. Closer no ofrece respuestas fáciles, sino un espejo a la complejidad y las contradicciones del deseo.
El papel de Anna, la fotógrafa atrapada en un triángulo amoroso, le exigió a Roberts una interpretación profundamente introspectiva. Lejos del encanto habitual de sus personajes, Anna es una mujer compleja, llena de matices, donde el dolor se expresa en silencios y gestos resignados. La escena culminante, la que el equipo llamó “La escena”, es una confrontación brutal con Larry, su esposo, quien la somete a un interrogatorio despiadado sobre su infidelidad, buscando humillarla más que obtener respuestas.
Roberts ha descrito la experiencia como “Horrible. Tuve muchísimas reacciones distintas. La ensayamos una vez y lloré sin parar. La siguiente vez, me reí. Me alegré mucho cuando terminó.” La intensidad de la escena, potenciada por la dirección minimalista de Nichols, quien evita cualquier artificio visual, se centra en la crudeza de los diálogos y la fuerza de las miradas. No hay música, solo dos personas destrozándose con palabras.
La película, aunque divisiva en su crítica, no busca consuelo ni redención. Su valor reside en su incomodidad, en la honestidad con la que retrata la dificultad de las relaciones humanas. Para Julia Roberts, Closer fue un reto actoral significativo, un ejemplo de cómo el cine puede confrontar y sacudir, dejando una huella imborrable tanto en la audiencia como en la propia intérprete.