Mientras exploraban la vasta extensión helada, se toparon con una bota sobresaliendo del hielo. El tiempo había dejado su huella en la desgastada piel, y las clavijas de acero de la suela, un testimonio de la era dorada del alpinismo, revelaban su antigüedad. En el interior, encontraron un pie. Un pie que, tras un siglo de misterio, ha sido identificado como el de Andrew "Sandy" Irvine, el joven escalador que desapareció en 1924 junto a George Mallory.
"Levanté el calcetín" , relata Jimmy Chin, el fotógrafo y director del equipo, "y había una etiqueta roja que decía A.C. IRVINE". El hallazgo desató una ola de euforia y asombro entre el equipo.
Irvine y Mallory buscaban alcanzar la cima del Everest en 1924, un objetivo que no se logró hasta 29 años después. El misterio de su destino, y la posibilidad de si llegaron a la cima, ha cautivado a generaciones de escaladores e historiadores. El descubrimiento de Irvine aporta una pieza clave al rompecabezas, una pieza que podría ayudar a responder la pregunta que ha perseguido a los montañistas por décadas.
"Es la primera evidencia real de dónde terminó Sandy", afirma Chin. "Se han tejido muchas teorías, pero esto es un punto de partida". El descubrimiento ha llenado de esperanza a Julie Summers, sobrina-nieta de Irvine, quien ha dedicado gran parte de su vida a honrar su legado. "Es un objeto que le perteneció y que guarda un pedazo de él", comenta Julie, "cuenta la historia de lo que probablemente sucedió"_ .
La bota, un testigo mudo de la tragedia, es un testimonio de la tenacidad del hielo y el poder de la naturaleza. Y es un recordatorio de que incluso en las montañas más altas, las huellas del pasado aún pueden ser descubiertas.
El descubrimiento de la bota abre un nuevo capítulo en la historia de la exploración del Everest. Un capítulo que promete revelar más secretos del pasado y arrojar luz sobre el destino de dos grandes figuras del alpinismo.