Kennedy, un reconocido activista contra las vacunas, se ha convertido en una figura polémica por sus opiniones controvertidas sobre la seguridad de las vacunas. Sus afirmaciones, que se han extendido a lo largo de los años, insisten en que las vacunas son responsables del autismo, una teoría desmentida por la comunidad científica. Sus críticas se han extendido incluso a la figura del exdirector del Instituto Nacional de Salud, Anthony Fauci, a quien acusa de conspirar con Bill Gates y empresas farmacéuticas para impulsar la vacunación contra COVID-19.
A pesar de su postura antivacunas, Kennedy ha asegurado en recientes entrevistas que no tiene intención de eliminar las vacunas, sino de impulsar una mayor transparencia en las pruebas de seguridad y eficacia. Sin embargo, sus declaraciones sobre la adición de flúor al agua potable, que según él provoca una reducción del coeficiente intelectual en niños, han reavivado las preocupaciones sobre su postura hacia la salud pública.
La nominación de Kennedy, si llega a concretarse, representaría un giro significativo en la política de salud estadounidense, abriendo la puerta a un debate intenso sobre la seguridad de las vacunas y la influencia de las teorías conspirativas en el ámbito político. La confirmación de su nombramiento, sin embargo, dependerá de la aprobación del Senado, donde los republicanos cuentan con una mayoría confortable.