La inminente llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense en enero de 2025 ha desatado una ola de ansiedad. Su promesa de deportaciones masivas, una estrategia que ya implementó parcialmente durante su primer mandato, ha generado temores tanto en los migrantes como en ciertos sectores económicos de Estados Unidos.
El estado de Texas, gobernado por el republicano Greg Abbott, se perfila como el epicentro de este plan. A finales de noviembre, una reunión entre Abbott y Tom Homan, el futuro "zar de la frontera" designado por Trump, selló una alianza que promete un endurecimiento sin precedentes en las políticas migratorias. "Texas ya está trabajando con el equipo de transición de Trump en acciones, planes y preparaciones para un cambio radical en la protección de la frontera estadounidense," declaró Abbott.
La reacción no se ha hecho esperar. Organizaciones como la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU), representada por Maribel Hernández Rivera, ya anuncian su disposición a combatir legalmente las medidas de Trump. “Durante su primera administración, presentamos más de 400 demandas contra el gobierno por incumplimiento de la ley, y continuaremos haciéndolo,” afirmó Hernández Rivera.
El impacto económico también preocupa. Industrias como la construcción y la agricultura, altamente dependientes de la mano de obra indocumentada, han expresado su alarma ante las posibles consecuencias negativas de las deportaciones masivas. Un estudio de la Brookings Institution estima una reducción del producto interno bruto de EE.UU. entre 0.1 y 0.4 puntos porcentuales, o entre 30 mil millones y 110 mil millones de dólares en 2025, de concretarse estas políticas.
Del lado mexicano, en ciudades como Ciudad Juárez, la inquietud es palpable. Cristina Coronado, coordinadora del Ministerio para Migrantes de la Sociedad Misionera de San Columbano, describe la situación: “Este año ha estado estancado; los migrantes no son el centro de las políticas, y siempre sufriremos las consecuencias.”
Historias personales como la de Eva María Sánchez, una migrante de 50 años que busca asilo en Estados Unidos tras huir de la violencia, reflejan el temor generalizado. Su incertidumbre y su ruego a Trump evidencian el impacto humano de estas políticas.
Mientras tanto, el flujo migratorio no cesa. Caravana tras caravana se acerca a la frontera, alimentando una tensión que promete definir la agenda política y social de la región en los próximos meses, dejando en el aire la interrogante sobre qué tan graves serán las consecuencias de las medidas que se avecinan.