La historia de los propósitos de Año Nuevo: De Babilonia a la actualidad

Los babilonios, una civilización de Mesopotamia, fueron pioneros en esta práctica, aunque sus propósitos eran un poco diferentes a los nuestros.
Según el profesor Eckart Frahm de la Universidad de Yale, "Hay mucha documentación escrita sobre festivales de Año Nuevo en la antigua Babilonia, Siria y otros lugares de Mesopotamia relacionados con la noción del comienzo del nuevo año." Estos festivales, ligados al equinoccio de primavera, se centraban en la gratitud a los dioses por las cosechas abundantes, no en listas de auto-mejoramiento.
Pero la cosa cambia con la evolución de la tradición. Mientras que el cumplimiento de los votos babilónicos aseguraba el favor divino, la práctica fue evolucionando. A finales del primer milenio a.C., un rey babilonio hizo un juramento público de ser un mejor gobernante; una “confesión negativa”, como la llaman los expertos, que marca un hito en la historia de los propósitos. Si bien su veracidad es debatida, este evento sentó las bases para lo que conocemos hoy.
Los romanos, herederos de esta tradición, consolidaron el 1 de enero como el inicio del año, incorporando elementos prácticos de renovación: "limpiar la casa, llenar la despensa, pagar las deudas y devolver los objetos prestados," explica la profesora Candida Moss de la Universidad de Birmingham.
La tradición viajó al otro lado del Atlántico, llegando a la América colonial. Los puritanos le dieron un giro introspectivo, enfocándose en la reflexión personal. Alexis McCrossen, profesor de historia de la Universidad Metodista del Sur, menciona los "sermones sabáticos" del primer domingo del año, donde se enfatizaba la idea de mejorar como seres humanos.
En el siglo XIX, los propósitos de Año Nuevo trascendieron sus orígenes religiosos. Hoy, son en gran medida seculares, un reflejo de la sociedad moderna. Y la ironía es que, a pesar de los siglos, la dificultad para cumplirlos permanece, tal como lo demuestran artículos periodísticos del siglo XX, que ya alertaban sobre la baja tasa de éxito en las resoluciones de Año Nuevo.
La tradición perdura; el deseo de empezar de cero es inherente a la naturaleza humana, un ciclo que continúa a través de los tiempos, desde las plegarias a los dioses babilonios hasta los planes de ejercicios de hoy en día.